De Gareth Bale se han escrito muchas líneas que a veces parecían hablar de futbolistas distintos. La polaridad de opiniones que ha despertado siempre el galés es tal que unos lo consideran una leyenda del Real Madrid y otros lo incluyen entre los peores fichajes del club junto a Anelka o el Átomo Ognjenovic. Lo que podemos hacer es ceñirnos a los hechos, a lo tangible, a lo que hemos visto sobre el césped, y ahí encontramos pocas dudas: su palmarés y su importancia en esos éxitos, sus números y la relevancia de algunos de sus goles lo sitúan en un escalón de la historia del club blanco que no muchos alcanzaron. Bale ha anunciado su retirada definitiva, y lo que sí tenemos claro es que su figura seguirá siendo objeto de debate, como si su trayectoria estuviera escrita en titulares y no plasmada sobre el verde.

Bale nació como lateral izquierdo pero estaba destinado a estar más atento a la portería contraria. Sus cabalgadas, potencia física, velocidad y su facilidad para marcar lo situaron unos metros por delante, primero en la banda y después como segundo punta, año en el que se consagró como goleador en el Tottenham. Antes ya había deslumbrado como extremo tanto en la Premier como en la Liga de Campeones, donde Maicon se ganó pesadillas de por vida. Florentino Pérez vio en él la pieza que le faltaba para completar el ataque y pagó por él 100 millones de euros unos años antes de que fuera la norma por los jugadores más destacados, y el precio fue una losa que siempre llevó a la hora de que valorasen su rendimiento.

Su tendencia a las lesiones fue la primera razón por la que los medios le vieron como un elemento extraño, del cual desconfiar. Fue su primer encontronazo y no sería el último: nunca fue un jugador bien visto, y el hecho de ser un futbolista reservado, alejado del estatus que se le presuponía, tranquilo, a veces funcionarial incluso, chocaba con el carácter habitual de las estrellas del Madrid. Se le achacó incluso, ya se sabe, tener una gran afición por el golf, como si en lugar de ir a entrenar prefiriera mejorar su hándicap. De ahí vino lo de “Gales, golf, Madrid”, que muchos vieron como un desprecio al club que le pagaba cuando posiblemente estaba troleando a sus detractores.

Más que un futbolista de momentos

En lo que respecta a lo estrictamente deportivo, Bale ha generado también muchas opiniones encontradas. Se le achaca ser un jugador de destellos, de momentos concretos, de goles en finales. Lo que creo es que esos momentos fueron tan destacados que opacaron el resto, pero el galés marcó más de cien goles con la camiseta madridista y repartió más de medio centenar de asistencias, amén de su incidencia en el juego de vértigo que proponía el Madrid con la BBC en punta. Su colección de goles increíbles va más allá de la chilena de Kiev o la carrera con Bartra: Real Sociedad, Borussia Dortmund o Legia Varsovia fueron algunas de las víctimas de su facilidad para marcar tantos de videojuego.

Su posición en el campo también fue muchas veces objeto de debate: la segunda punta que ocupaba en su última etapa en White Hart Lane no existía en el dibujo del Madrid, y la izquierda estaba reservada para Cristiano. Le quedó la derecha, desde donde podía entrar hacia dentro para buscar el gol, pero siempre quedó la duda de si su lugar estaba en el otro lado, como en el Tottenham. Con los años fue cambiando tanto su estilo de juego como su físico, menos propenso a la explosividad y más a buscar la portería. Lo decía Mourinho cuando fue cedido al Tottenham con el luso en el banquillo: “Bale no es el mismo que en 2013, los jugadores cambian en siete años. No a mejor o a peor, es una evolución en sus cualidades, estilo, posición…” El contraataque de los equipos de Mou, que ya lo quiso para el United, parecía adaptarse como un guante al Bale que había deslumbrado en Inglaterra años atrás, pero ya no era el mismo futbolista.

El liderazgo de Gales que no ejerció en el Madrid

En el debe de Bale, que lo hay, estuvo siempre cierta frialdad. Más allá de que fuera más o menos madridista, algo que siempre es relativo en el fútbol profesional, esa indolencia que a veces transmitía desaparecía con Gales, el escudo que verdaderamente amaba. Su Eurocopa de 2016 quedará en el recuerdo, cuando, junto a Joe Allen o Robson-Kanu, lideró a los suyos hasta unas históricas semifinales. Cuando Cristiano se fue del Madrid tras la final de Kiev, el camino estaba despejado para que el expreso de Cardiff ejerciera ese liderazgo en el Bernabéu, más aún después de marcar dos goles en esa final contra el Liverpool, pero no pudo o no supo recoger el testigo. Lo hizo Benzema, que dio un salto como futbolista que pocos esperaban y que lo llevó al Balón de Oro.

Para el recuerdo quedarán las luces, muchas, y alguna sombra, pero sobre todo debería perdurar su importancia en una etapa brillante para el club. En ESPN se preguntaban tras el mundial si Inglaterra había tenido un futbolista mejor que Bale, lo que habla de su legado: sin haber vivido a Bobby Charlton o George Best, personalmente no creo que ningún futbolista británico que haya visto ha alcanzado la relevancia del galés, uno de esos futbolistas que llegaron para hacer algo diferente.

Sobre el autor Ver todos los posts Web del autor

Gabriel Caballero

Periodista
[email protected]