El primer tiempo del Chelsea fue bueno: se vio a un equipo que necesitaba remontar y asedió el área madridista, el problema era que a Lampard se le había olvidado sacar delanteros. Ya en el segundo, el Madrid dio la puntilla tras una galopada de Rodrygo por la derecha que él mismo culminó tras pasar el balón por Vinicius, compañero de fechorías. Y por si había alguna duda, Valverde aceleró dentro del área, a falta de diez minutos, para dejar atrás a Mudryk y Thiago Silva como si fueran doblados y hubieran visto la bandera azul, regaló un gol a Rodrygo y, antes de que este culminara la jugada, se dio la vuelta como en el meme de Sailor Moon: “my job here is done”, sólo que sí lo había hecho.

Como Valverde, en Europa el Madrid hace el trabajo y se da la vuelta consciente de que toca pensar en el próximo envite. No es cosa de uno: cierto es que Benzema y Vinicius suelen acaparar titulares a base de goles y asistencias, pero en Stamford Bridge no estuvieron tan acertados como suelen y Rodrygo, acostumbrado a las alturas, y el propio Valverde sacaron adelante el partido. Y en el otro lado del campo, Courtois sabe que le tocará sacar un par de goles cantados y se lo toma como una tarea diaria, porque hasta Militao, Camavinga y compañía son superados alguna vez.

Mientras tanto, en Nápoles…

Mientras todo esto sucedía en Londres, a unos 1600 kilómetros de allí, en el estadio San Paolo de Nápoles, a Rafael Leao no se le ocurría otra cosa que hacer una jugada maradoniana en casa del Pelusa. Dejó en apenas unos segundos una muestra de sus virtudes: arrancó en campo propio y a base de velocidad, regate y fuerza, porque quienes trataron de derribarlo terminaron en el suelo, se plantó en el área del Nápoles para ceder a Giroud, que sólo tuvo que empujar. Como Valverde en Stamford Bridge pero desde más atrás y sin perder la sonrisa en ningún momento, porque el espíritu de Ronaldinho vive en el extremo portugués.

Era un gol importante para el Milan, que traía una ventaja de 1-0 de San Siro. Antes de culminar la jugada de Leao, Giroud había fallado un penalti y Kvaratskhelia falló otro a poco del final para el Nápoles: de nuevo Maignan fue vital para los de Pioli. Osimhen recortó distancias para los locales en el descuento, pero ya no hubo tiempo para más: el Milan volvía a semifinales de la Liga de Campeones 16 años después de la última vez. Entonces fue campeón, Ancelotti dirigía desde el banquillo y jugadores como Kaká, Seedorf, Pirlo y Maldini vestían la rossonera.

No hay tanta fantasía en este Milan, pero sí un bagaje defensivo que los ha traído hasta aquí. Primero ante el poderío presupuestario de la Premier en manos de un Tottenham decepcionante, y después ante un Nápoles que en la Serie A aventaja al Milan en 22 puntos. 22. Y de dos formas distintas: ante los spurs, con defensa de cinco en un momento en el que los de Pioli acumulaban malos resultados y hacían falta medidas: Kalulu, Tomori y Thiaw brillaron en defensa de cinco. Después, ya de vuelta al camino de los buenos resultados, se volvió a la defensa de cuatro ante el líder del Calcio, Calabria secó a la revelación Kvaratskhelia en el lateral y Kjaer y Tomori impusieron su ley en el centro de la zaga. Distintos métodos y nombres pero una misma consigna: se empieza por defender bien, al menos en la Champions.

El Nápoles, que asustaba desde Italia, no trasladó su dominio a Europa. Es este Milan un equipo que había recorrido escaso camino en el continente, pero puede que al conjunto lombardo le envuelva la mística de su escudo y trayectoria en el torneo como si fuera un acicate: sigue siendo el segundo equipo con más entorchados aunque ahora parezca un principiante, y en su día caminaba junto al Madrid y otros como la élite europea. Aunque los días de hoy no sean como los de entonces, vuelve a estar entre los cuatro mejores.

Sobre el autor Ver todos los posts Web del autor

Gabriel Caballero

Periodista
[email protected]