El Manchester United necesitaba una referencia, una estrella a la que acogerse y sobre la que depositar en sus botas las esperanzas de una nueva etapa para el club, ya sin Ferguson en el banquillo y que se asomaba al futuro sin ese jugador ‘número 7’ que siempre deslumbró sobre el césped de Old Trafford. Creyeron encontrarlo en la banda izquierda del Philips Stadion, donde un joven llamado Memphis Depay llamaba la atención de toda Europa con la camiseta del PSV. Recomendado por Van Gaal, el United se adelantó a otros grandes de Europa para hacerse con su fichaje y se esperaba del laureado técnico holandés que fuese su mentor en Manchester como lo había sido Philip Cocu en Eindhoven. Sin embargo, las cosas para Memphis no salieron como se esperaba y, tras temporada y media, se le buscó una salida en el pasado mercado de invierno, siendo el Olympique de Lyon quien apostó por su contratación: por una parte se hacía con los servicios de uno de los futbolistas más prometedores que había dado el continente europeo en los últimos años, pero también con un jugador que no había cumplido las expectativas en Inglaterra. Tras un inicio complicado en el que combinó estancias en el banquillo con minutos desapercibidos, Memphis parece recuperar la confianza paso a paso y ya es un futbolista decisivo en Lyon. Ayer, frente al Toulouse, marcó como muestra un doblete, incluido un magnífico gol desde el centro del campo que ha dado la vuelta al mundo y se postula ya como firme candidato al Premio Puskás.
Bien conocía ya Van Gaal a Memphis antes de llevárselo a Manchester. Conocedor de nuevos talentos, el técnico contó con el extremo para el Mundial de Brasil para una selección holandesa que combinaba lo “viejo” (Van Persie, Kuyt, Sneijder, Robben…) con lo nuevo (Blind, Cillessen, Wijnaldum o el propio Memphis). Como frecuente revulsivo completó una destacada actuación en el torneo, siendo elegido uno de sus mejores jóvenes. La temporada siguiente sería la de su consagración en la Eredivisie, marcando 21 goles que serían clave en el título de liga del PSV.
Ya en Manchester, el ‘7’ que llevaba en la espalda suponía toda una declaración de intenciones: el dorsal que habían llevado Cantona, Beckham o Cristiano Ronaldo, aunque también el número con el que Di María había naufragado en Old Trafford un año antes. Sus comienzos invitaron al optimismo, pero pronto comenzó a desaparecer del once inicial y sus apariciones tornaron en residuales. Además de él, llegó otro joven talento europeo al equipo como Martial por un precio que muchos tacharon de desorbitado y para una posición y un rol similar al suyo. El irregular año del equipo y las urgencias de unos resultados que no llegaban tampoco ayudaron, y la temporada del holandés tomó un camino errante que le alejaron de las expectativas puestas en su fichaje. Con la llegada de Mourinho se abría un nuevo frente, pero el técnico portugués contó aún menos con él, con lo que la salida en el mercado de invierno parecía la mejor solución.
Sobre los futbolistas que destacan en Holanda recae siempre la duda de si el nivel es lo suficientemente alto como para seguir triunfando en otras ligas de mayor calado. Extremos que desbordan a la velocidad del rayo y goleadores que alcanzan la treintena de goles son habituales en la Eredivisie, pero algunos son Mateja Kezman y otros Ruud Van Nistelrooy. Memphis Depay parecía ser un jugador diferente, ¿pero lo demostraría fuera del Philips Stadion?
Apareció entonces el Olympique de Lyon, dominador absoluto de la liga francesa en la pasada década y que ha perdido el cetro en los últimos años ante los petrodólares del PSG o las sorpresas del Lille o el Montpellier. En mitad de un año gris, lejos de la cabeza en la que están Mónaco, PSG y Niza, Aulas, presidente del club y antaño enfant terrible de todo aquel que quisiera a alguna de sus estrellas, decidió dar un golpe de efecto y hacerse con su fichaje.
En una liga menos exigente que la Premier League pero de más nivel que la Eredivisie, y en un club con menores urgencias que el Manchester, Lyon parecía el lugar idóneo para que Memphis se reencontrase con su mejor versión. Le costó algunas jornadas: a pesar de cambiar de equipo y de país, las críticas no tardaron en llegar, pero poco a poco comenzó a sentirse a gusto en la banda izquierda del nuevo Parc Olympique Lyonnais, a participar en los goles del equipo de Bruno Génésio y a marcarlos: acumula cinco en nueve partidos, incluido un doblete ante el Metz y el ya mencionado de ayer ante el Toulouse, en el que pegado a la línea de centro, y prácticamente de espaldas a la portería rival, se dio la vuelta para, sin pensárselo dos veces, buscar el medido zapatazo.
A veces individualista y con cierta tendencia a la virguería, Memphis tiene con 23 años un amplio margen de mejora, pero su velocidad, regate, asistencias y llegada a gol ya son decisivos. Junto a Lacazette, Fekir, Valbuena o Ghezzal conforma el peligro de este Lyon que sin embargo no puede contar con el holandés en la Europa League, donde venció el pasado jueves a la Roma por 4-2, ya que disputó anteriormente el torneo con el United. Es en la Ligue 1 donde poco a poco se comienza a ver al futbolista que apuntaba en Eindhoven.