Parecía increíble lo que podía lograr aquel Mallorca. Formado en su mayoría por jugadores desechados por otros equipos, el equipo balear se convirtió en uno de los mejores conjuntos de España. Allí destacaron Vicente Engonga, Romero, Iván Campo o Xabier Eskurza, que salieron escaldados de Mestalla; Gaby Amato, que no marcó muchos goles en el Hércules; un chaval llamado Valerón que empezaba a hacerse un nombre; Jovan Stankovic, jugador serbio con zurda de seda; Roa y Mena, llegados de Argentina… de ellos hizo Héctor Cúper un gran equipo en su primera aventura en Europa hasta llevarlos a la final de Copa del Rey, que perdió en los penaltis ante el Barcelona. Al año siguiente, su Mallorca ganó la Supercopa de España al equipo azulgrana, que había logrado el doblete, y se clasificó para la final de la Recopa tras dejar atrás al Chelsea en semifinales. Allí esperaba una Lazio muy distinta a la de hoy en día: en el Villa Park de Birmingham, escenario de la final, estaban Vieri, Marcelo Salas, Nedved, Alessandro Nesta, Mihajlovic… hasta tenían su propio Stankovic, pero este se llamaba Dejan. Se había reforzado bien aquel Mallorca con Dani García, Lauren e Ibagaza, fichajes de perfil medio que aumentaron su caché en el equipo bermellón. La Lazio ganó por 2-1, y a los italianos les costó lo suyo derrotar a aquel equipo de Cúper en la última edición disputada de la Recopa.

Posteriormente llegaría su exitoso ciclo en Mestalla con dos finales seguidas en Liga de Campeones, todo un hito para el equipo che, en las que cayeron ante Real Madrid primero y Bayern después, esta vez en los penaltis con las inconsolables lágrimas de Santi Cañizares como recuerdo. Se comenzó entonces a forjar la fama del argentino como un técnico dado a perder finales olvidando el contexto y el camino. En los últimos años, alejado de la élite, se le había perdido la pista hasta que, como seleccionador de Egipto, ha llevado a los Faraones hasta la final de la Copa África, donde Camerún se ha llevado el título tras ganar por 1-2. Una nueva final perdida para Cúper, y sin embargo otro mérito más en su extenso currículo.

Peregrinaje por el mundo

Tras aquella final perdida ante el Bayern con el Valencia, un Inter que llevaba años gastando mucho dinero en fichajes millonarios con escaso éxito de resultados requirió de sus servicios para enderezar el rumbo de la nave nerazzurra, y aunque su Inter fue un equipo más sólido que años anteriores, los títulos no llegaron siendo destituido en su tercera temporada. Tras regresar a Mallorca y salvarlo del descenso, comenzó entonces un peregrinaje por el mundo del balompié que lo llevó, con escaso éxito, por los banquillos del Betis, Parma, la selección de Georgia, Aris de Salónica (donde tuvo mejores resultados), Racing de Santander, Orduspor turco y Al Wasl.

Tras dejar los Emiratos Árabes le llegó la propuesta de la selección de Egipto, que se encontraba en una situación peculiar: habían sido campeones tres veces consecutivas de la Copa África en 2006, 2008 y 2010, pero siquiera habían logrado clasificarse para las tres últimas ediciones disputadas en 2012, 2013 y 2015. La federación egipcia acudió al argentino con un claro objetivo: volver a clasificar al combinado nacional para el torneo continental y procurar estar presente en el Mundial de Rusia en 2018, tarea para la que han empezado con solvencia en la fase clasificación ganando los dos primeros partidos.

Con Egipto a la final

Con el objetivo cumplido, el hecho de contar con jugadores destacados como el romanista Salah o el gunner Elneny hacía presagiar que Egipto podría desempeñar un buen papel en Gabón, pero lo de favorita al título era para otros. No obstante, Cúper diseñó un sólido equipo al que imprimió su sello personal: el orden atrás es innegociable, y la salida rápida el recurso ofensivo. Un solo gol recibido hasta la final y cuatro marcados, pero bien aprovechados, dan buena cuenta de ello. La otra finalista era también una invitada inesperada: pocos contaban con Los Leones Indomables, pero Camerún se plantó también en el último partido tras dejar a tras a Ghana o Senegal. Difícil pronóstico y la sombra de las finales perdidas planeando sobre Héctor Cúper.

El primer tiempo fue bueno para Egipto: sin hacer un gran fútbol, tuvieron controlada a Camerún y además Elneny, que tras lesión volvía a jugar en la final después de perderse algunos partidos, adelantaba a los suyos. Pero la segunda parte fue una película totalmente distinta: Camerún se echó arriba impulsada por Bassogog (Aalborg), revelación y finalmente MVP del torneo, y remontó el resultado con goles de Nkolou (Lyon) y Aboubakar (Besiktas), a priori dos de las figuras del combinado y que sin embargo saltaron desde el banquillo.

Elneny celebra el gol ante Camerún con Cúper al fondo

Elneny celebra el gol ante Camerún con Cúper al fondo

Las etiquetas son habituales en el mundo del fútbol, y Héctor Cúper no se quitará la suya tras este partido aunque a veces sean injustas y basadas meramente en los fríos números. Pero el haber llevado a Egipto a la final es un nuevo éxito en su carrera como lo fue aquella final de Copa del Rey en 1998 con el Mallorca. Entonces ganó el Barcelona y se impuso la lógica; en realidad, en todas las finales de Héctor Cúper, siendo quizá la última la menos evidente, se impuso siempre la lógica. Lo ilógico era que el Mallorca estuviese en las finales de Copa y Recopa, o que el Valencia llegase dos años consecutivos a la final de la Liga de Campeones. Y no soy un gran conocedor del fútbol griego, pero intuyo que en la final de copa a la que Cúper llevó al Aris, los de Salónica no eran los favoritos frente al Panathinaikos.

Al igual que recientemente Claudio Ranieri (otro técnico que triunfó en Valencia), y salvando las evidentes distancias, gusta ver a estos técnicos protagonizando nuevas gestas cuando parecían olvidados para la élite.

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Gabriel Caballero

Periodista
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