Todos tenemos ese primer Mundial o esa primera Eurocopa que recordamos con cariño por ser el primer torneo de selecciones que vivimos a través de un álbum de cromos, esos nombres que nos vienen a la memoria de grandes estrellas brasileñas o alemanas, o de futbolistas desconocidos pero que sabemos que allí estuvieron con Grecia, Suiza o Camerún. No obstante, el gran acontecimiento mundial del deporte, los Juegos Olímpicos, siempre ocupó un lugar secundario en lo que al deporte rey se refiere: el fútbol quedaba reservado para las selecciones Sub 21, un torneo a la sombra de Mundiales, Eurocopas o Copas América, pero eso no quiere decir que el fútbol olímpico no haya dejado buenos y grandes momentos en la memoria del balompié. Mi primer torneo de fútbol en unos Juegos tuvo lugar en Atlanta en 1996, y no fue un torneo cualquiera: España defendía título tras la histórica medalla de oro lograda cuatro años antes en Barcelona 92, y acudíamos a Estados Unidos con una buena generación comandada por Raúl e Iván De La Peña y unas discutibles camisetas John Smith. Pero fue aquel un torneo en el que poco o nada saldría como se esperaba…

Los campeones olímpicos de 1992 se habían hecho mayores y ya defendían a la absoluta en la Eurocopa de 1996 en Inglaterra: allí estaban Cañizares, Abelardo, Luis Enrique, Juanma López, Guardiola, Amavisca, Manjarín, Alfonso y Kiko intentando repetir con los mayores los éxitos de Barcelona. Hubo un intenso debate en las fechas previas al torneo acerca de si Raúl y De la Peña, promesas del fútbol español y europeo (aunque Raúl ya era toda una realidad), debían saltarse algún paso y acudir a Inglaterra, pero el entonces seleccionador Javier Clemente decidió que era prematuro llamarles para la absoluta. De esta manera representarían a España en los Juegos Olímpicos de Atlanta junto a otros buenos futbolistas como el espanyolista Jordi Lardín, el central del Athletic Karanka, Santi Denia, campeón con el Atlético del Doblete, el barcelonista Óscar García Junyent, que ya tenía amplia experiencia en primera, el madridista Dani, un joven Morientes que ya goleaba para el Zaragoza… ya nos veíamos campeones, como cuando estábamos seguros de arrasar en Eurovisión con Rosa y su Europe’s Living a Celebration. También estaba Gaizka Mendieta, pero entonces el valencianista no pasaba de ser un buen y polivalente lateral: su evolución llegaría un par de años más tarde y sería extraordinaria.

Pero no estábamos solos. Allí acudirían Brasil y Argentina con dos potentísimas selecciones, que además aprovecharían la nueva norma de poder llamar a tres futbolistas mayores de 23 años con la que se pretendía dar más empaque al fútbol olímpico. Argentina reforzó su zaga con Sensini y Chamot, además del Cholo Simeone para el centro del campo. Brasil puso más pólvora en ataque con Bebeto y Rivaldo, y reforzó la zaga con Aldair. Clemente, por su parte, decidió contar con los jóvenes y no llamar a ninguno de los mayores. Fue un verano movido para el de Barakaldo, pluriempleado de la Federación: tras la Eurocopa de Inglaterra acudió a Atlanta con la selección olímpica, y es que se hacía cargo tanto de la absoluta como de la Sub 21. “Llevo tres meses sin vacaciones”, espetaba el seleccionador.

No fue una fase de grupos brillante la de España: en los dos primeros partidos ganó por la mínima a Arabia Saudí y empató 1-1 con la Francia de Makelele, Wiltord y Pires. Fue Óscar quien acudió al rescate en ambos partidos marcando el gol español en cada uno de ellos. De La Peña jugó el primer partido de titular y no volvió a aparecer por el XI en todo el torneo, pasando a ser un recurso para las segundas partes. Por su parte, Raúl empezó a brillar en el tercer partido, cuando la selección se la jugaba ante la Australia de Mark Viduka. No pudo empezar peor el partido frente a los aussies, pues a los once minutos ya perdían los de Clemente por 0-2 con goles de Vidmar, delantero que jugó en el Tenerife. España acortó distancias con el primer tanto de Raúl en el torneo, que sería mediante una suerte en la que se prodigó poco durante su carrera: los lanzamientos de falta, pero su disparo con la zurda a la escuadra del palo largo fue un gol magistral (a los 20 segundos en el vídeo de abajo). Tuvo complicado tirar las faltas en el Madrid al tener como compañeros a Roberto Carlos, Figo, Zidane o Beckham, pero no se le daba nada mal. Santi Denia empató el partido en el 86, y finalmente, Raúl completó la remontada al marcar el tercero tras una buena jugada de De La Peña.

Brasil, Argentina, Portugal, España, Francia… todas las favoritas estaban en cuartos menos una: la Italia de Cesare Maldini quedó última en un igualado grupo con México, Ghana y Corea del Sur: sólo dos puntos separaron al último del primero. Y eso que Italia acudió con jugadores como Pagliuca, Nesta, Cannavaro o Delvecchio, pero ni siquiera los cuatro goles del entonces romanista Marco Branca sirvieron para pasar a cuartos.

Los cuartos depararían grandes encuentros: Brasil despacharía a Ghana con un equipo en el que, además de los mencionados Bebeto y Rivaldo, brillaban Dida, Roberto Carlos, Flavio Conçeicao, Juninho Paulista, Savio… y un tal Ronaldinho que jugaba en el PSV, acababa de fichar por el Barcelona y estaba completando un torneo extraordinario. Y es que el genio brasileño lucía en su camiseta ese nombre en aquellos Juegos ya que había otro Ronaldo en el equipo. Junto a Bebeto, O Fenomeno formaba una dupla letal. La Portugal de Nuno Gomes, Capucho, Jorge Andrade, el extécnico valencianista Nuno, Vidigal o el exracinguista Porfirio derrotó a Francia, mientras que Nigeria, que estaba siendo la revelación del torneo, se clasificó a semifinales tras vencer a México.

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España se encontraría con un verdadero hueso como era Argentina. No había más que echar un vistazo a su once: Cavallero; Zanetti, Ayala, Sensini, Pineda; Almeyda, Bassedas, Hugo Morales, Ortega; Claudio López y Hernán Crespo. Un equipazo. Y eso que España jugó un buen primer tiempo, los mejores minutos del torneo, pero en el segundo llegó la debacle. Tras una fantástica jugada de Matías Almeyda, ‘5’ de River que ya era uno de los jugadores más pretendidos de Sudamérica, su remate lo despejó el guardameta Mora al larguero y el rechace lo remató Crespo a la red. Una vez abierta la lata se sucedieron los goles uno tras otro: el segundo fue obra de Aranzabal en propia puerta, el tercero de un Piojo López que fue todo el partido una pesadilla para la zaga española y el cuarto y definitivo sería el segundo de Crespo, esta vez de penalti. La albiceleste pasó merecidamente a semifinales y puso fin al periplo español en Atlanta.

Con dos goles más de Valdanito Crespo, Argentina se plantó en la final tras derrotar a Portugal, y allí esperaría presumiblemente a Brasil en la más esperada final del torneo, pero algo pasó en el otro partido… Brasil y Nigeria ya se habían enfrentado en la fase de grupos con victoria para la canarinha con gol de Ronaldinho, y era la clara favorita para pasar a la final a pesar del gran torneo que estaban realizando las Águilas Verdes. Y eso parecía cuando Brasil se puso 3-1 con dos goles de Flavio y uno de Bebeto, pero los pupilos del holandés Jo Bonfrere se acercaron con un buen disparo de Ikpeba y, cuando agonizaba el partido, Kanu se revolvió en el área para empatar el partido y forzar la prórroga. En esta, una gran jugada del delantero africano en el borde del área terminó con un gran gol que significaría una sorpresa mayúscula: la eliminación de Brasil y el pase de Nigeria a la final. Reconozco que Kanu no era una de mis debilidades: le había visto en la Liga de Campeones en aquel gran Ajax de Louis Van Gaal donde no pasaba de ser un buen recambio para Kluivert y Litmanen, pero su torneo en Atlanta fue espectacular.

A la gran final acudía de nuevo Nigeria como aspirante frente a la favorita Argentina, y Claudio López abría el mercador para certificar dicha condición, pero de nuevo las Águilas Verdes tenían algo que decir. Babayaro, una locomotora por el carril zurdo todo el torneo, empató el partido pero Hernán Crespo volvió a adelantar a la albiceleste desde el punto de penalti. Amokachi empató otra vez el encuentro y, de nuevo en el último suspiro, Argentina intentó tirar el fuera de juego tras el lanzamiento de una falta desde el lateral, le salió mal la jugada y Amunike se quedó solo, rematando el centro a la portería de Cavallero y dando la medalla de oro a Nigeria, un triunfo tan merecido como inesperado que confirmaba el salto que había dado el fútbol africano en los mundiales recientes.

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Tras el gol en la final, Hernán Crespo compartió el trofeo de máximo goleador con seis goles junto a Bebeto, que había marcado un hat-trick en el 5-0 que Brasil le endosó a Portugal en el encuentro por la medalla de bronce. Ronaldinho fue tercero con cinco tantos. Así las cosas, el torneo olímpico concluyó con no pocas sorpresas, muchos nombres que destacar y varios partidos para el recuerdo, principalmente los protagonizados por una Nigeria que sorprendió al mundo del fútbol desde Atlanta.

         

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Gabriel Caballero

Periodista
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