Leo en una columna de Guillem Balagué en el Diario AS que Gareth Bale nunca llegará a ser el mejor jugando como extremo. En algunas cosas difiero y en otras estoy de acuerdo sobre el rol y la posición del galés en el Real Madrid, pero esa frase en concreto me ha recordado al Rivaldo del Barcelona, aunque sean dos jugadores diferentes: el brasileño ganó el Balón de Oro cuando estaba a las órdenes de Van Gaal en el Camp Nou, cuando el técnico holandés le ubicó en la banda izquierda del ataque aunque Rivaldo prefiriese jugar más centrado. Sujeto a un sistema específico y a una posición más concreta, el crack brasileño dio lo mejor de sí mismo. Tras Van Gaal, Serra Ferrer tomó las riendas del Barcelona y cumplió los deseos de Rivaldo, colocándole en el centro y dándole libertad de movimientos. Evidentemente, el exdeportivista tenía calidad de sobra para seguir dando grandes tardes de fútbol al Camp Nou, pero no llegó a las cotas de rendimiento que alcanzó con Van Gaal.
El Bale de la selección de Gales es diferente al Bale del Real Madrid: con su país es la estrella absoluta, tiene libertad de movimientos para aparecer por todo el frente de ataque y todos sus compañeros juegan para él, porque es con él con quien más posibilidades tienen de alcanzar la victoria. En el Bernabéu es diferente: aunque sea uno de los referentes del equipo, su protagonismo ofensivo es compartido con Benzema, Modric o, sobre todo, con Cristiano Ronaldo. No se trata únicamente de que tenga que ajustarse más a una determinada posición, sino que tiene que compartir, y en ocasiones ceder (principalmente a Cristiano) ese rol de líder del equipo que, por otra parte, tan bien asumió en el tramo final de la temporada pasada con la lesión del portugués (como en los partidos ante Rayo y Real Sociedad, que se complicaron cuando el Madrid trataba de dar caza al Barcelona) o en el inicio de la presente campaña.
Lejos quedaron ya sus tiempos como lateral izquierdo en el Southampton y en sus inicios con el Tottenham. El primer paso adelante fue avanzar unos metros su posición hacia la de extremo: ahí comenzó a asombrar a Europa como en aquel inolvidable partido en el Giuseppe Meazza, cuando el experimentado Maicon, uno de los mejores laterales del momento, no supo cómo frenar al expreso galés. El siguiente paso fue centrar su posición: ya no deslumbraba tan a menudo con su potencia en banda, pero más cerca de la portería daba buena cuenta de su capacidad goleadora. Fue entonces cuando se confirmó su fichaje por el Real Madrid.
Con Cristiano como indiscutible en la izquierda y el centro reservado para Modric, Di María, Isco, Khedira… Bale encontró su lugar en la banda derecha, posición que ya no dejaría a excepción de la breve etapa de Benítez, cuando le ubicó como mediapunta por detrás de Benzema. Pero con Zidane volvió a la derecha. En ese costado su fútbol es diferente al que acostumbraba en la izquierda: con el balón controlado por dentro es más difícil ver aquellas cabalgadas por la banda izquierda que concluían con un centro o hacia la portería en contraataque. Se echa en falta esa versión de Bale, pero en cambio, en la derecha su fútbol puede ser más asociativo, se acerca más a la mediapunta y puede practicar su fuerte disparo trazando la diagonal hacia dentro.
Son los pros y contras de que el galés juegue en una u otra posición, un futbolista capaz de llevar a la modesta selección de Gales hacia las semifinales de la Eurocopa, de ser una de las principales armas del Real Madrid en las dos últimas Ligas de Campeones conquistadas y de liderar al conjunto blanco cuando ha sido menester. Su rol será lo que determine si puede optar a ser el mejor: aptitudes tiene de sobra para ello.