Álvaro Arbeloa lleva años siendo centro de críticas y chistes por gran parte de la afición española -más moderadamente desde el madridismo-. Es un futbolista claramente señalado por el aficionado de a pie, pero mucho más respetado por expertos y cuerpos técnicos. Esto tiene una explicación evidente: la gran parte del público se fija en el balón, y por tanto en las habilidades del futbolista con este en los pies. Pero pocas veces se percatará, o valorará, el trabajo táctico o defensivo del futbolista. Al final hacer goles es un trabajo mucho más reconocido que el evitarlos, y por eso las quinielas para el Balón de Oro siempre están pobladas de muchos más delanteros que defensas.
Desde el inicio de esta Copa Confederaciones, a Arbeloa ya no solo se le señala desde la grada, sino también desde la cabina de prensa. Algunos medios han iniciado una campaña, bastante evidente, con la intención de señalar a Arbeloa como el mayor de los males de la selección española. El jugador que no encaja. El futbolista a sustituir claramente de cara al Mundial de Brasil 2014. Es una opinión respetable e incluso razonable, pero en algunos casos se están perdiendo las formas a la hora de expresarla. Curiosamente, una campaña que ha empezado justo ahora, después de que Arbeloa defendiera a Jose Mourinho a final de Liga y reconociera que su relación con Casillas se ha estropeado. Como si Arbeloa no fuera igual de “bueno” o “malo” que en 2010, cuando nos proclamamos Campeones del Mundo.
No obstante, ese es un tema en el que no quiero profundizar. Lo que pretendo con este post es romper una lanza a favor de Arbeloa y destapar las verdaderas razones del repaso que nos dio Brasil. Partiendo de la base de que es un lateral bastante limitado para ser titular tanto con España como con el Real Madrid. Pero reconociéndole que, a lo largo de los últimos tres años, ha cumplido en sus labores con un notable. No le veremos dar asistencias, ni apurar la línea de fondo para colgar un centro medido. Pero en labores defensivas, pocos laterales entienden tan bien el juego como él.
En el correctivo que Brasil le dio a España el pasado domingo en la final de la Copa Confederaciones, Álvaro Arbeloa fue el gran señalado por afición y prensa. Algunos comentarios me han llegado a hacer creer que si en lugar de Arbeloa hubiera jugado cualquier otro futbolista español, el partido habría sido muy diferente. Que cada intervención del jugador del Madrid fue calamitosa, cuando solo se limitó a corregir errores de sus compañeros.
El partido de España defensivamente fue un desastre, pero con la misma culpa para Arbeloa como para Piqué, Ramos, Alba y Casillas. Todos cometieron errores. Nos hemos malacostumbrado a la victoria, hasta el punto de que nos pensamos que jugar en Maracaná contra Brasil es coser y cantar. Pero enfrente estuvo una selección espectacular, menospreciada por todos antes de la final, y alzada a los cielos a toro pasado. Ahora todos tenían en cartera a Paulinho…
El problema para Arbeloa es que tuvo que enfrentarse a un Neymar pletórico, que de un puñetazo ha resuelto todas esas dudas de “hay que verle jugar en Europa“. El nuevo jugador del FC Barcelona arrasó con todos y cada uno de los jugadores españoles que se cruzaron por delante, y no solo al lateral madridista. Y si no recordemos la expulsión de Piqué, en una acción en la que se vio completamente sobrepasado.
Tanto Neymar como Hulk hicieron con Arbeloa y Alba respectivamente lo que les dio la gana. Y las críticas se centraron en ellos. Especialmente en el ya mencionado Arbeloa, que incluso fue sustituído al descanso cuando ya se perdía por 2-0. Curiosamente, nada más arrancar la segunda parte llegó el tercero de Brasil, de nuevo por la banda derecha de España. En ese gol nadie fue señalado. Arbeloa ya no estaba sobre el césped.
El planteamiento de Del Bosque
Lo cierto es que nadie se ha parado a pensar en el mal planteamiento de Del Bosque. Uno de los grandes vencedores de esta Copa Confederaciones, sin haber acudido, es Xabi Alonso. Su presencia en el once se ha destapado como capital para los partidos importantes. España le echó de menos tanto en labores defensivas como ofensivas.
Defensivamente, al jugar con solo Busquets en el centro, las ayudas a los laterales llegaban tarde, o ni siquiera llegaban. Brasil jugaba con Neymar y Hulk a pierna cambiada, así que Arbeloa y Alba se encontraban en una encrucijada: si les persigo hacia el centro, dejo mi banda desprotegida para Marcelo y Alves. Si mantengo mi posición, les dejo vía libre para disparar. Busquets no se bastaba para solucionarlo, y Del Bosque no creyó necesario reforzar el centro del campo. Como resultado, Paulinho y Luiz Gustavo se comieron a España.
Pero no solo se echaron de menos las ayudas y coberturas de Xabi Alonso, sino también su desplazamiento en largo. España no era capaz de coser jugadas con la precisión y velocidad a la que nos tienen acostumbrados. Brasil nos superaba claramente en fortaleza física y estado de forma, y su presión era insuperable para los españoles. Xavi e Iniesta son muy buenos, pero no tienen el desplazamiento en largo de Xabi. Como resultado, Thiago Silva y David Luiz adelantaban la línea defensiva casi hasta el centro del campo, tejiendo una tela de araña en la que los jugadores españoles se enredaban una y otra vez. Pero España no tenía una alternativa a su típico juego de elaboración. Un quarterback que buscara las carreras de Pedro y Torres (¿titular ante Italia y Brasil por meter cuatro goles a Tahití?), para buscar no solo la espalda de la defensa brasileña, sino poder adelantar sus propias líneas.
Brasil jugó a placer durante los noventa minutos, y Del Bosque no supo reaccionar. El 3-0 fue tan justo como necesario para afrontar esta temporada desde la autocrítica y no la euforia. Ahora España tiene dos opciones: aprender de los errores y buscar las soluciones, o echarle la culpa a Álvaro Arbeloa.