Nos las prometíamos felices antes del inicio del Mundial. Y no es para menos. Nos precede la gloria. Dos Eurocopas y un Mundial. Casi nada. Normal que lleguemos crecidos a Brasil. Pero los mismos que sólo recordamos las victorias nos olvidamos del varapalo de hace un año en la Copa Confederaciones contra Brasil, que también nos dio un baño que parece haberse perdido en el imaginario nacional una vez de vuelta al torneo de los torneos a nivel de selecciones. Haciendo caso al último precedente, no era necesario subestimar a Holanda. Pero también es verdad que por una vez lleguemos a un Mundial sacando pecho. Un pecho en el que brilla una estrella ganada a pulso hace cuatro años en Sudáfrica, precisamente, ante el combinado neerlandés.
Así, con una reedición de la final del 2010 daba inicio un partido en el que Vicente del Bosque optó por dar la titularidad a Diego Costa en punta de ataque y rodearle de un sinfín de jugones. El choque no pudo comenzar mejor, con una España combinando y sintiéndose cómoda con el balón. Llegando al área y creando ocasiones. Pero en el bando rival, con una defensa semidesconocida para la gran mayoría de los futboleros, y un ataque conocido por todos, cualquier acercamiento provocaba más temor que cualquier aproximación local. Pero bueno. Llegó un dudoso penalti provocado por Diego Costa que Xabi Alonso transformó y las cosas se pusieron de cara. Todo parecía ir rodado. Hasta Silva se permitió el lujo de fallar una clara ocasión ante Cillessen en las postrimerías del primer acto. Un error fatal ya que acto seguido Van Persie firmaba el testarazo del Mundial, elevándose maravillosamente para sorprender a Casillas.
El gol llegó segundos antes de enfilar el camino a los vestuarios y mermó a los de Del Bosque, que salieron con la mosca detrás de la oreja en la reanudación. Holanda, espoleada por el gol de RVP, sacó la metralleta e inició el festín goleador. Robben se vengó de Casillas con dos goles; De Vrij se sumó a la fiesta con otro tanto y Van Persie sumó otro tanto su espectacular actuación. España estaba anestesiada, como sin vida, pidiendo la hora. Esperando que la pesadilla tocara su fin lo antes posible. Y pudo llegar el sexto. Del Bosque, que había movido el banquillo, no encontró solución en las sustituciones y ante la sorpresa del planeta fútbol, España sufrió la derrota (1-5) más dolorosa que se recuerda en los últimos seis años. Un ridículo que nadie esperaba de la Roja, que iba de blanco, ante una Oranje que iba de azul. Quienes recuerdan que ante Suiza, en 2010, España también cayó en el debut, son los mismos que se olvidan de la Confederaciones del año pasado. Quedan dos partidos y sólo vale ganar para lavar la imagen, hoy desdibujada, de una España irreconocible. Ya hablaremos de ganar el Mundial otro día.