Cuando pensamos en aquel lejano 9 de julio de 1994 sobre el partido de cuartos de final del Mundial de Estados Unidos, nos vienen imágenes muy nítidas que resumen en pocos instantes lo que significó el choque entre Italia y España: el error de Salinas ante Pagliuca, el gol de Roberto Baggio tras regatear a Zubizarreta a pocos minutos del final, la impotencia de Luis Enrique, gritando a Tassotti mientras sangraba sobre una camiseta, blanca aquel día, que resaltaba aún más lo dramático del momento. Breves instantes que destacaban sobre noventa minutos en los que se enfrentaron dos buenos equipos que protagonizaron un buen partido, no quizá espectacular, pero sí bien competido y en el que el planteamiento de España le puso muy difíciles las cosas a la Squadra Azzurra de Arrigo Sacchi.

Era una tarde atípica como atípico era un Mundial en Estados Unidos: el sol, que había presidido la mayor parte de los partidos, no tuvo a bien salir aquel día en el Boxforo Stadium de Boston. Javier Clemente tenía claras las ideas respecto a lo que quería en el partido, y lejos de lo que pudiera pensarse, el balón era el protagonista, aunque el once que sacara al césped no pareciera el más adecuado para ello. La selección quería tener el dominio del partido y a Italia no le pareció mal, conscientes de que Massaro y Roberto Baggio podrían sacar ventaja de algún contraataque.

España salió con Nadal de líbero acompañado de Abelardo y Alkorta como centrales, con Ferrer y Otero como carrileros. Sergi, posiblemente el mejor lateral zurdo español de los últimos veinte años, jugó por delante de Otero rememorando sus inicios como extremo, con Goikoetxea en la otra banda y Bakero como conductor de juego. Esto era lo que más chocaba, mientras Guardiola, que parecía idóneo para empezar la jugada, y Fernando Hierro se quedaron en el banquillo. En la mediapunta, con libertad de movimientos, jugaría Caminero, que se erigió en la estrella de la selección en aquel Mundial, y el polivalente Luis Enrique sería el jugador más adelantado. También hubo sorpresas en el equipo italiano: Signori, delantero de la Lazio y una de las estrellas del Calcio, empezaba viendo el partido en el banco de suplentes.

España quería llevar la iniciativa y buscaba las bandas como el camino por el que desarbolar a Italia, principalmente volcados sobre el costado izquierdo de Sergi, pero resultaba muy difícil sorprender a una defensa formada por Tassotti (que extrañamente vestía el 9), Costacurta, Maldini y Benarrivo (Baresi estaba lesionado). En el centro del campo, Albertini y Dino Baggio se encargaban de mantener la situación bajo control, y Antonio Conte mostraba en la banda derecha el mismo pundonor que hoy día en el banquillo del Chelsea. Más desapercibido pasó Donadoni en la izquierda. Arriba, la clase de Roberto Baggio y la brega y movilidad de Massaro obligaban a estar muy atenta a la zaga española, que no obstante firmó un partido notable.

Pero mientras a España le costaba un mundo desequilibrar, a Italia le costó un disparo lejano en el minuto 26, obra de Dino Baggio, al que Zubizarreta no pudo responder. Las virtudes del portero del Barcelona eran muchas, pero no era la agilidad una de ellas, y el disparo de Baggio fue impecable. Sólo unos minutos después, Goikoetxea (buen extremo el navarro) sacó un medido centro desde la derecha que Caminero no pudo conectar bien del todo, pero Pagliuca no desperdició la ocasión para estirarse más de lo que la situación requería. Era un portero, el italiano, diametralmente opuesto al español.

La segunda parte arrancó con sorpresa: Sacchi había dado entrada a Signori por Albertini, cambiando a una pieza clave del centro del campo por un delantero cuando ganaba 1-0. Esto fue un favor para España, que vio más libre el camino con el que llegar al área transalpina. Donadoni centró su posición y Signori se escoró a la banda, con lo que Italia fue un equipo más desequilibrado y España acentuó el dominio del partido que tanto le costó en el primer tiempo. No obstante, la selección seguía adoleciendo de una salida más limpia del balón, y Luis Enrique era una isla en ataque.

Caminero iguala el partido

Una pérdida de Conte en el centro del campo propició el contragolpe de España, Costacurta recuperó el balón, pero Sergi presionó hasta arrebatárselo y centró raso al área, donde Caminero disparó hacia la portería de Pagliuca no sin antes encontrarse con la pierna de Benarrivo, que desvió lo justo para descolocar al portero de la Sampdoria. España empataba y certificaba lo que estaba sucediendo en el verde de Boston.

Clemente vio clara la situación y quemó las naves: Salinas entró por Sergi pasando Luis Enrique a la banda izquierda, donde se sintió más liberado entrando más en juego y arrancando desde atrás. Poco después, Hierro entraría por Bakero. España llegaba con más claridad al área rival y Pagliuca tuvo mucho más trabajo que en la primera mitad, como en un fuerte disparo lejano de Goikoetxea, quien además estaba mostrando todo un repertorio de centros desde la derecha.

Y fue en el único error de la pareja de centrales italiana, dos pilares del Milan de Sacchi y después de Capello como Costacurta y Maldini, cuando Nadal, central nunca lo suficientemente bien ponderado, envió un centro largo y medido que se coló entre los dos zagueros y dejó a Salinas solo ante Pagliuca, pero bien sea porque el delantero español no fue lo suficientemente habilidoso o porque el guardameta cerró bien el hueco, aquella oportunidad no subió al marcador. Pocos minutos después tuvo lugar otro despiste defensivo, pero esta vez de España, que cometió el pecado de dejar solo a Roberto Baggio quien, aprovechando un pase de Signori, regateó a Zubizarreta y envió el balón a la red a falta de dos minutos para el final del partido.

Pero hubo tiempo para más, para ese codazo de Tassotti a Luis Enrique que forma ya parte de la historia de la selección. No fue el mejor día del célebre árbitro Sandor Puhl: por el camino se había dejado ya un posible penalti de Conte a Luis Enrique y otro de la zaga española a Massaro, pero el de Tassotti a Luis Enrique tuvo todos los ingredientes para ser foto de portada.

Italia continuó así su camino en el Mundial sin hacer un partido brillante, aumentando su leyenda mientras España aumentaba la suya. Pero los de Clemente hicieron un buen partido y era aquel un buen equipo con buenos futbolistas, pero quizá faltó algo más de suerte, algo más de brillo individual, ese que llegaría a espuertas catorce años después.

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Gabriel Caballero

Periodista
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