Hasta hace unas horas, tenía el pensamiento de que los mejores minutos de este Mundial 2014, aunque fuera a pequeñas ráfagas, los había protagonizado Brasil. Siempre basando su poderío en lo emocional más que en el buen juego, pero avasallando a su rival al fin y al cabo. Esas sensaciones las eliminó radicalmente Alemania, cuando tuvo la desfachatez futbolística de zarandear a la pentacampeona del mundo en su propia casa con un humillante 1-7 que ya forma parte de la historia.
A Brasil le duró el sueño diez minutos. Los que tardó Müller en rematar libre de marca un saque de esquina al fondo de la red. Hasta entonces, el partido había arrancado con cierta igualdad. Con la Canarinha buscando el dos contra uno por las bandas para hacer daño, y con una Alemania bien ordenada que mostraba su superioridad cada vez que se asociaba por el centro.
El 0-1 fue un mazazo, pero con el 0-2 todo se fue definitivamente al traste. Hemos repetido una y otra vez durante el campeonato que el juego de Brasil depende de su estado anímico. Que su falta de fútbol se equilibraba con el empuje de la grada y la motivación de los jugadores. Exceptuando el partido inaugural ante Croacia, los de Scolari nunca habían ido por detrás en el marcador. Cuando se han visto con dos goles en contra ante un rival de la entidad de Alemania, se han derrumbado. No había capacidad de reacción.
Los rostros de desesperación en los jugadores brasileños, en solidaridad con las lágrimas de la afición, hablaban por sí sólos. A partir de aquí Brasil protagonizó un cúmulo de despropósitos defensivos, de errores individuales, ante los que Alemania no tuvo piedad. Cuatro goles en seis minutos para irse al descanso con una ventaja de 0-5 que incomodaba hasta a su mayor enemigo. Algo similar a la escena final de Braveheart, cuando aquellos que reclamaban sangre, terminan solicitando clemencia ante la crueldad de la tortura a William Wallace.
Del recital de Alemania, hubo dos futbolistas que destacaron sobre el resto. Principalmente Sami Khedira, que firmó posiblemente la mejor actuación de su carrera. Su inteligencia táctica destrozó a Brasil. Él sacó al conjunto alemán de su propio campo con sus típicas transiciones, dirigidas especialmente a la zona izquierda de Brasil, para aprovechar los huecos de un Marcelo que era más necesario que nunca para los locales en el ataque por su imaginación. El partido de Khedira fue tan extraordinario, tenía una inspiración tan descomunal, que incluso brilló en los aspectos técnicos con un gol y una asistencia.
Aunque para aspectos técnicos los de Toni Kroos. Cuando este vio que Khedira rompía el encuentro, dio un paso al frente para apoyarle con su capacidad de asociación y distribuición -e incluso robando balones muy arriba ante el desconcierto brasileño-. Khedira buscaba el punto débil, lo enseñaba a sus compañeros, y Kroos ejecutaba. El que dicen será nuevo jugador del Real Madrid, firmó dos goles y una asistencia. Es un futbolista único.
De la segunda parte poco podemos decir. Alemania salió relajada, dispuesta a dejar que el tiempo pasara ahorrando energías para la gran final. Esto permitió que Brasil se asociara con más facilidad para crear algo de peligro, pero entonces aparecía Neuer para recordarnos a todos que él es el portero del Mundial. La ambición de Schürrle saliendo desde el banquillo aumentó a siete golela ventaja, que en el minuto noventa maquillaría Oscar.
La superioridad de Alemania ha sido tan abismal, que ni siquiera merece la pena plantearse qué habría pasado con Neymar y Thiago Silva sobre el campo. Ya fuera por 7-1 o por 5-2, lo cierto es que Brasil iba a salir humillada. Por una razón muy simple: es bastante peor equipo que Alemania. Un partido para la historia del fútbol y de los mundiales, del que todos hablaremos eternamente. Pero que los de Joachim Löw no se olviden de una cosa: un 1-7 en semifinales no garantiza el título, y en la final, ya sea contra Holanda o Argentina, tendrá que cargar con el cartel de favoritos ante un equipo que no dejará los huecos de Brasil.