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Varane: errare humanum est

La cara de Raphael Varane tras el segundo gol del Manchester City era un poema. Un poema triste, mezcla de decepción y tristeza; sabedor que las opciones del Real Madrid de alcanzar los cuartos de final se disipaban con su segundo regalo de la noche. El primero también sentó como un jarro de agua fría en plena Antártida, pero al producirse a los nueve minutos, la posibilidad de resarcirse era mayor y la frustración, tal vez, menor.

Es curioso porque todas las miradas estaban puestas en Militao y su complicada misión de suplir a Sergio Ramos, expulsado en el partido de ida y, en consecuencia, sancionado. Es curioso porque ya van dos años consecutivos en los que el capitán observa desde la grada la eliminación de sus compañeros. En realidad, el año pasado la vivió en el palco, mientras grababa su documental para Amazon, en esa noche para olvidar en la que el Ajax asaltó el Bernabéu (1-4). Ramos había forzado la amarilla en Holanda, tras ganar por 1-2 y creerse, quizá, que la eliminatoria estaba resuelta.

Pero a lo que vamos.

Cuando el foco estaba puesto en el trabajo defensivo del recambio de Ramos, fue Varane el que sin querer, acaparó todo el protagonismo. Un descuido tremendo, en su propia área y ante la presión de Gabriel Jesús, terminó con el delantero citizen robándole la cartera y poniendo en bandeja el 1-0 a Sterling. El Real Madrid hizo borrón y cuenta nueva y encadenó un par de buenas acciones ofensivas con Hazard buscando el equilibrio en el tanteador. Así, hasta que un centro picado de Rodrygo devolvía la emoción a la contienda con el remate perfecto de Benzema.

El Madrid se situó a un tanto de empatar la eliminatoria, pero en la segunda mitad estuvo lejos del nivel que se le presuponía en una noche como la de ayer. Poco que hacer ante el ataque de clarividencia de De Bruyne y el desparpajo de un Gabriel Jesús con el que tendrá pesadillas, al menos durante unos días, el bueno de Varane. A los 68 minutos el galo tomó la peor decisión posible: retrasar el esférico hacia su portero cuando lo ideal, con el ‘9’ suspirándole en la nuca, hubiese sido patearla fuera de banda. Su pase atrás con la testa fue sin la suficiente fuerza para que llegara Courtois, pero sí para que lo hiciera un atacante rival que terminó situando el 2-1 con el que concluyó el choque.

No estaba el horno para bollos, pero Varane no dudó un segundo en dar la cara ante los medios para asumir su responsabilidad en la eliminación europea de los blancos. Un acto de arrojo teniendo en cuenta su desafortunado concurso en el Etihad Stadium. Lejos de esconderse, con la elegancia que le caracteriza, pidió perdón. Evidentemente habló de su actuación, de lo que pudo haber pasado en esas dos acciones fatales, y no dijo nada del planteamiento de Zidane, de la actitud del grupo en ciertas fases del envite ni de que los cambios llegaron demasiado tarde. Tampoco opinó, como es lógico, de si Vinicius debió tener o no algún minuto atendiendo a las necesidades ofensivas del equipo. Porque eso no le corresponde a él, que bastante tuvo con entonar el mea culpa.

Las palabras de Varane ―que como futbolista lo ha ganado casi todo― naturalmente no le eximen de responsabilidad, pero demuestran que es un valiente. Donde otros culparían al viento, al césped o directamente, se esconderían hasta que pasara la tormenta, Raphael se sumergió en el chaparrón para capear el temporal en un ejercicio tremendo de honestidad. Porque es intrínseco a la naturaleza: errare humanum est. Pero reconocerlo, no tanto.

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