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Tricampeones de la Quinta

A ver cómo le cuento a mis nietos esto. Calculo que será en unos 20 o 25 años. O quizá más. No sé. Pero a ver cómo les digo que viví la década prodigiosa del Barça. Que fui contemporáneo del mejor equipo de la historia culé. Que vi levantar cuatro Champions en diez años a los Xavi, Messi, Iniesta… sin olvidar a otros que por justicia merecen figurar en la lista de leyendas azulgrana como Puyol, Víctor Valdés o Abidal.

Les explicaré que todo comenzó con la llegada de Ronaldinho. Y que antes, sí, sabíamos que nos gustaba jugar como propuso Cruyff en su día. Que nos sabíamos la teoría, pero que éramos incapaces de llevarla a la práctica. Ni con Bobby Robson, ni con Van Gaal, ni con Serra Ferrer, ni Rexach, ni con Antic, lógicamente. Algunos de ellos dejaron títulos y buenos recuerdos, pero ninguno de ellos supo plasmar sobre el terreno de juego una idea futbolística que Rijkaard sí supo implantar y que un novato como Pep Guardiola moldeó para perfeccionarla.

Con Ronnie ganamos una Champions. Mientras él brillaba, había un chavalín de la cantera en la sombra esperando su momento. Se llamaba Messi y con toda justicia heredó el ‘10’ del brasileño para convertirse en santo y seña de mayor época de esplendor del Barcelona en toda su historia. Les diré que de sus botas, de sus cortas piernas, de su guante en el pie, salieron las mejores jugadas que mis ojos vieron a lo largo de los años. Y que comandó una generación de futbolistas a los que tras la inesperada salida de Pep, muchos dieron por acabados. Hablaban de fin de ciclo. Y eso que volvieron a estar a punto de todo, pero con diferentes sensaciones.

Con Tito se ganó una Liga y con Tata se perdió otra. Se fichó a Luis Enrique, al que muchos veían como el ‘nuevo Guardiola’ por su pasado barcelonista y, sobre todo, por su inexperiencia en los banquillos. Había triunfado en el filial, se la había pegado en la Roma y en el Celta fue más que notable su temporada. Pero el viento no soplaba a favor del asturiano. Por su carácter, quizá por su carisma o por vete tú a saber qué, la prensa no dudó en ponerle contra las cuerdas en más de una ocasión.

Entre tanto, aislado de portadas en las que hablaban de ultimátum, la mejor generación de futbolistas que ha reunido jamás el Barcelona, liderada por Messi, se pusieron manos a la obra. Con compañeros de excepción como Neymar o Suárez, con la guardia pretoriana encabezada por Mascherano, Piqué y Busquets; con las alas de Dani Alves y Jordi Alba y el talento sempiterno de un Iniesta al que con las dudas algunos ya querían envolver con papel de regalo, secundarios como Rakitic o Ter Stegen adquirieron el papel de protagonistas para darle la vuelta a la tortilla junto al argentino. Con dos huevos, se cocinó de nuevo un equipo de ensueño. Que no necesariamente era un calco de aquel de Pep, pero que al que el tiempo acabó dando la razón.

Les contaré que para alcanzar la Quinta Champions de su historia, el Barcelona tuvo que enfrentarse a todos los campeones de las mejores ligas del continente, dejando fuera a Manchester City, a PSG, a Bayern de Múnich y Juventus. Y que una semana antes habían levantado la Copa del Rey. Y que dos antes, habían hecho lo propio con la Liga. Que fue un final de temporada mágico y que Xavi, historia viva del club, se marchó con la friolera de 25 títulos a sus espaldas como un auténtico señor. Que sólo así se despiden los grandes.

De la final de la Quinta no le contaré mucho, la verdad. Les diré que las finales no se juegan, se ganan. Y ganar, al Barça de Messi, se le daba de maravilla. Se sufrió, sí; pero que las victorias saben mejor cuando el camino no ha sido del todo fácil, cuando sobrevuela la incertidumbre, cuando ante el chaparrón, en lugar de sumergirte en la mierda, sales de ella y apuestas por tus virtudes, sorteando el qué dirán. Les contaré que lo peor que pueden hacer tus enemigos es darte por muerto. Porque es ahí, y sólo ahí, cuando demuestras que estás más vivo que nunca. Y que lo que has logrado, por siempre, será recordado como algo glorioso. Hayan dicho lo que hayan dicho. Y pase lo que pase.

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