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Desmontando las cuentas de la lechera

No fueron unos pocos, quizá unos muchos, los que se apresuraron a hacer las cuentas de la lechera cuando El Zhar se dio media vuelta y apretó el gatillo con tal sutileza que el balón, o en este caso la bala, alcanzó la portería de Diego López. El franco-marroquí, que hubiese sido acusado de chupón si no hubiese atinado, abrió la puerta a la especulación:

Madre mía, como el Barça gane hoy se pone a ocho puntos del Real Madrid —se podía escuchar en la barra del bar

Vaya, ¡y estamos en la octava jornada! —replicaba un interlocutor ataviado con la camiseta barcelonista

La euforia era natural. No porque quien marcara fuera el Levante, sino porque lo hizo a falta de cuatro minutos para la conclusión. El segundo tanto de los de Joaquín Caparrós llegó precisamente en el momento en el que el cuestionado Madrid de Ancelotti buscaba a trancas y barrancas romper la monotonía del resultado a uno. Fue un jarro de agua fría para los blancos que, lejos de dejarles helados, les despertó.

Porque una vez el propósito blanco involucionó a despropósito. Se suponía que la victoria ante el Copenhague fue el punto de inflexión. No por la calidad del rival ni por la victoria aplastante, pero sí de cara a enderezar el rumbo en el campeonato doméstico, donde las dudas arrecian a un equipo planificado para ganarlo todo, que probablemente pelee por hacerlo, pero que de momento no hace otra cosa que dar la de cal. En el Ciutat de València, uno de esos estadios tan incómodos para quienes lo visitan, el Real Madrid volvió a ofrecer su versión menos vistosa. Esa que no se entiende ni con subtítulos. Restando el tiempo de prolongación, la ramplonería y ese trastorno que afecta al juego blanco, el de ausencia de personalidad, volvieron a tomar el testigo en la libreta de Ancelotti, feliz como una perdiz al ver cómo dos de sus mirlos, Morata y Jesé, colaboraban de forma decisiva en el agónico triunfo final.

No fue hasta en la segunda entrega cuando llegó el aluvión de goles. Babá, uno de esos delanteros que ficha el Sevilla para que triunfe en el Levante, abrió el marcador tras un pase de oro y brillantes de Xumetra. Tres minutos después Sergio Ramos rebajaba la emoción local con la igualada tras un saque de esquina botado por Di María. El Levante, que no conocía la derrota desde la primera jornada, firmó un partido notable. Creó peligro a través de su citado referente arriba y buscó con ahínco el arco madridista en todo momento. Viendo el percal, a Coentrao, que había dejado su sitio a Marcelo, se sumaron las entradas de Morata por Isco y Jesé por un ceniciento Benzema. Faltaban apenas diez minutos y a los visitantes se les escapaban los tres puntos. Más tensa se puso la situación cuando El Zhar, que también acababa de entrar por Xumetra, adelantaba a su equipo con un tanto que evidenció la ternura defensiva contraria.

Quedaban tres minutos más el alargue. Y en esa situación, guste o no guste, haya el técnico que haya, el escudo del Real Madrid se siente cómodo. Así que Jesé tomó los mandos, inició la jugada por el carril central, dejó la bola a Varane y éste, al primer toque, a Morata, que en el área chica, y tras revolverse, la metió rasa para reivindicarse ante su competencia, un Benzema con cada vez menos aliados. El toque de corneta surtió efecto. Cristiano, en modo caballo desbocado, puso la puntilla al Levante en el minuto 94 con un disparo al que le ayudó un rebote. Y así, de rebote, y casi sin querer, un Madrid simplón durante el tiempo reglamentario y arrebatado durante el descuento, no dijo adiós a la Liga en la jornada ocho.

Para rabia de los que hicieron las cuentas de la lechera sin que el cuento hubiese acabado.

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