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El Calcio más allá de Van Basten y Maradona

El Milan de Van Basten, Gullit y Rijkaard, el Nápoles de Maradona, la Juventus de Platini y la de Roberto Baggio, el Inter de Matthäus y Klinsmann… Todos conocemos a los grandes equipos que poblaron la Serie A en Italia en buena parte de los ochenta y los noventa, cuando el Calcio era la liga más poderosa de Europa, el campeonato que los mejores jugadores del mundo querían disputar. Pero a diferencia de la actualidad, en la que los grandes equipos del continente conforman auténticas selecciones mundiales, el límite de extranjeros propiciaba que los clubes tenían que elegir cuidadosamente cuáles formarían sus filas para aumentar el nivel del equipo. De esta forma, no todos cabían en los grandes equipos, por lo que algunos de los mejores jugadores del momento tenían que “conformarse” con equipos más pequeños para disputar las mejores ligas del mundo. Así, en Italia se vieron muy buenos futbolistas en casi la totalidad de los equipos de su campeonato.

Y eso que, durante catorce años (1966-1980), en Italia denegaron el fichaje de jugadores extranjeros con el objetivo de potenciar al futbolista italiano ante los fracasos de la Squadra Azzurra. Viendo que no solucionaban nada con tal medida, abrieron paulatinamente el mercado durante los siguientes años: en 1980, los equipos podían contar con un extranjero, en 1982 ampliaron el cupo a dos, y en 1988, a tres. Huelga decir que los equipos aprovecharon al máximo estas ampliaciones, como el Milan con su legendaria tripleta holandesa, el Inter de los alemanes Matthäus, Klinsmann y Brehme o el Nápoles con Maradona, Careca y Alemao. En 1992 se amplió el números de extranjeros que podía tener cada equipo en su plantilla, pero igualmente, solo podían jugar tres.

No todos podían estar en el Milan, el Inter, la Juventus o el Nápoles, los equipos que dominaban entonces la Serie A italiana aparte de la Sampdoria, que dio la sorpresa en 1991 haciéndose con el título con los Vialli, Mancini y Pagliuca, además de un veterano Toninho Cerezo, buen centrocampista brasileño con dilatada experiencia en el Calcio vistiendo las camisetas de Roma y Nápoles. En los años siguientes, la Samp reforzó su equipo con jugadores como el serbio Vladimir Jugovic, que haría carrera en Italia jugando además en Juventus, Lazio e Inter, amén de un breve paso por el Atlético. También Ruud Gullit vistió la camiseta blucerchiati tras perder protagonismo en el Milan, y uno de los mejores futbolistas ingleses de entonces, el centrocampista David Platt, jugó dos temporadas desde 1993 a 1995 dejando un gran rendimiento.

El escaparate de Italia 90

Platt había llegado al Calcio algunos años antes, en 1991. Su buen hacer en el Mundial de Italia 90 no pasó desapercibido, y fue el Bari quien se hizo con sus servicios al ficharlo del Aston Villa. Un Bari que había sido decimotercero en la liga. Su buen rendimiento hizo que la Juventus se lo llevase un año después, pero perdió protagonismo en Turín y fichó entonces por la Sampdoria. Tras finalizar su periplo en Italia, regresó a Inglaterra tras pagar el Arsenal 20 millones de libras por él.

Hoy en la Serie C, no fue el único buen futbolista que fichó por el Bari en aquellos años. En el equipo del sur de Italia, casi en el tacón de “la bota”, dieron sus primeros pasos en el Calcio los croatas Robert Jarni y Zvonimir Boban. Este último sería después uno de los mejores jugadores del campeonato en las filas del Milan.

Si Platt había deslumbrado con Inglaterra en el Mundial de Italia, más aún lo había hecho Paul Gascoigne, que fichó por la Lazio en 1992 tras brillar en Newcastle y Tottenham. Marcado, cómo no, por asuntos extradeportivos, no alcanzó en Italia el nivel que había mostrado en las islas, pero dejó buenos partidos y muestras de su clase en la Serie A. La Lazio era entonces un equipo en crecimiento: tras ganar el Mundial de Italia 90 con Alemania, el delantero Karlheinz Riedle fichó por el equipo lazial dejando un buen número de goles en las tres temporadas que estuvo en el equipo, aunque la estrella indiscutible era entonces el italiano Beppe Signori. Otros buenos fichajes fueron el uruguayo Rubén Sosa, que después jugaría en el Inter, el delantero croata Alen Boksic, el defensa argentino Chamot, el ya mencionado Jugovic o el polivalente holandés Aron Winter, procedente del Ajax e indiscutible con la Oranje.

No obstante, el gran salto de la Lazio llegaría después con la apertura de fronteras que supuso la Ley Bosman: fue entonces cuando compuso un gran equipo que ganó en Italia y en Europa. Caso similar al del Parma, que a principios de los noventa también empezaba a hacerse hueco en Italia. A ello ayudaron sin duda el portero brasileño Taffarel, campeón del mundo en 1994, el delantero sueco Tomas Brolin, también de gran papel en dicho mundial, el célebre Faustino Asprilla o el zaguero argentino Sensini, de larga y próspera carrera en Italia al igual que su compatriota Chamot, antes mencionado.

Otro equipo que se mostró fuerte en el Calcio de los noventa fue la Fiorentina, que se asentó en posiciones de honor con jugadores como Batistuta y Rui Costa, autenticas estrellas mundiales. Antes de eso frecuentaba la mitad de la tabla e incluso descendió a la Serie B en 1993, tardando solo un año en volver a la máxima categoría. Y eso que en el año del descenso contaba con jugadores de la talla de Brian Laudrup y el alemán Stefan Effenberg, uno de los puntales del Bayern de Múnich años después.

El centrocampista brasileño Dunga, campeón del mundo junto a Taffarel en 1994, también jugó en la Fiorentina durante cuatro temporadas (1988-1982), aunque su desembarco en el Calcio llegó un año antes en el modesto Pisa. También en el conjunto viola jugaron viejos conocidos de la liga española, y más en concreto de la afición tinerfeña, como Dertycia y Latorre, además de Mazinho, después jugador de Valencia y Celta y compañero de Dunga en la medular de Brasil.

Goles argentinos

No fue Batistuta (que ya estaba en la Fiore el año del descenso y permaneció entonces en el club) el único delantero argentino que brilló en el Calcio de los noventa: Abel Balbo desembarcó en el Udinese en 1989 procedente de River. Allí sería compañero de su compatriota Sensini, que jugó cinco años en Udine antes de fichar por el Parma, y del español Ricardo Gallego en su única temporada fuera de LaLiga tras una larga trayectoria en el Real Madrid. A pesar de sus goles, no fue fácil el camino de Balbo en el Udinese: tras su primer año el equipo descendió a la Serie B, donde estuvo dos temporadas a pesar de los goles del argentino, y de vuelta en la máxima categoría, los 21 tantos que marcó Balbo (solo superado por Signori y Roberto Baggio en la tabla de máximos goleadores) lo llevaron a la Roma, donde se le seguían cayendo los goles de los bolsillos.

En la capital recogió el testigo goleador del alemán Rudi Völler, un icono en el Olímpico, por donde también pasaron sus compatriotas Berthold y Hässler, todos ellos campeones del mundo en 1990. También en Roma se convirtió en un ídolo el central brasileño Aldair, cuya camiseta vistió nada menos que 13 temporadas en las que también ganó el Mundial de 1994 junto a Taffarel y Dunga.

Y si hablamos de delanteros argentinos, no podemos olvidarnos de Claudio Caniggia, aunque su historia en Italia está pintada con luces y sombras. El Pájaro llegó a la Serie A en 1988 para jugar en el Hellas Verona, y un año después ficharía por la Atalanta donde dejó muchos de los mejores momentos de su carrera desde 1989 a 1992, periodo en el que también cuajó un gran Mundial de Italia, donde fue subcampeón. No era un goleador como Balbo y Batistuta, sino más bien un segundo delantero rápido y con mucha movilidad, que precisamente formó una gran dupla con Batistuta en la selección albiceleste. Tras su buen hacer en la Atalanta fichó por la Roma, pero tras dar positivo en un control antidopaje por cocaína fue suspendido por 13 meses. Posteriormente fichó por el Benfica y se reencontró con su mejor versión en Boca Juniors y en Escocia con el Glasgow Rangers.

La Atalanta fue otro de los clubes que aprovechó la ampliación del número de extranjeros para dar un salto competitivo: el delantero brasileño Evair y el centrocampista sueco Strömberg formaron junto a Caniggia una gran tripleta foránea que llevó al club de Bérgamo a competiciones europeas. También el centrocampista brasileño Alemao jugó en La Dea tras su exitoso paso por el Nápoles.

Españoles en la Serie A

No fue Ricardo Gallego el único jugador español que se atrevió a dar el salto a Italia en aquellos años: Víctor Muñoz jugó en la Sampdoria de 1988 a 1990 tras siete años en el Barcelona, y en 1990, Martín Vázquez fichó por el Torino cuando era uno de los jugadores con más calidad del Real Madrid. No obstante, problemas en la renovación con Ramón Mendoza lo llevaron a Italia, donde no acabó de brillar como en el Bernabéu aunque sí dejó muestras de su clase. En el Torino compartió centro del campo con el belga Scifo, uno de los mejores mediocampistas de Europa, y llegaron a la final de la UEFA en 1992 que sin embargo perdieron ante el Ajax de Van Gaal.

En aquel Ajax jugaba el anteriormente mencionado Aron Winter y también Bryan Roy, eléctrico extremo que fichó un año después por el Foggia de Zeman, donde jugó dos temporadas brillando especialmente en la segunda, antes de fichar por el Nottingham Forest. Hoy en Serie C, aquel Foggia fue una revelación en el Calcio gracias a su fútbol ofensivo, marca de la casa de Zeman, y a estar a punto de lograr una histórica clasificación para Europa. Por aquel equipo pasaron Chamot, antes de fichar por la Lazio, el delantero ruso Igor Kolyvanov o el lateral rumano Petrescu, que años después sería un puntal en el Chelsea.

El Príncipe de Cagliari

Antes hablábamos del Torino: un año después de la vuelta de Martín Vázquez al Real Madrid, jugó su última temporada en Italia, en la 93-94, el mito uruguayo Enzo Francescoli, y lo hizo en el club de Turín tras haber jugado tres años en el Cagliari, un equipo ascensor que había llegado a la máxima categoría con Claudio Ranieri en el banquillo y que buscaba asentarse en la Serie A. La magia de El Príncipe lo convirtió en un ídolo para el club rossoblú. Un Cagliari por el que en aquellos años pasaron delanteros como sus compatriotas Darío Silva y Paulo Fonseca (que después brilló en el Nápoles), el brasileño nacionalizado belga Luis Airton Oliveira (posteriormente en la Fiorentina) o el panameño Dely Valdés.

Y es que el de Uruguay fue un mercado habitual para la Serie A: de allí llegó también el delantero Carlos Alberto Aguilera para jugar en el Genoa, donde dejó un buen número de goles. En Génova compartió una temible delantera con el checo Tomas Skuhravy, otro futbolista que aprovechó el cartel de Italia 90, donde firmó un gran papel con la entonces selección de Checoslovaquia, para llegar a la Serie A y fichar por el Genoa, donde jugó cinco temporadas. En aquellos años, el Genoa consiguió algunos de los mejores resultados de su historia, como un cuarto puesto en Serie A o las semifinales de la UEFA en 1992, la que ganó el Ajax al Torino después de, precisamente, eliminar al Genoa en semifinales.

En 1996 llegó la Ley Bosman para cambiar la estructura del fútbol europeo. Los grandes ya no tendrían entonces tantas restricciones para fichar a los mejores futbolistas de mundo, pero antes de eso, buenos y grandes futbolistas llegaban a equipos más modestos para firmar páginas imborrables en su historia.

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