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El Clásico desdice la previsión (1-3)

La pesadumbre con la que encaraba el Clásico horas previas a su inicio se encargó rápidamente de contrarrestarla Fede Valverde, nada más arrancar el Barcelona vs Real Madrid (1-3), con un fabuloso derechazo a pase de Benzema que endulzaba un partido que, sin espectadores, no es lo mismo. Acalló definitivamente las dudas el golpe, ipso facto prácticamente, con el que le respondió Ansu Fati. El esperado derbi comenzaba bien, con dos goles en apenas ocho minutos y dos equipos ensimismados, tratando de lamerse las heridas tras sumergirse, a lo largo de la semana, en un mar de dudas.

El resultado final, de hecho, es engañoso. Porque por suerte para los seguidores, hubo de todos los colores en ambas áreas. Y de la misma manera que el Barcelona pudo haberse puesto por delante, el Madrid podría haber terminado goleando si no fuese por Neto. Sin embargo, de lo que se hablará en las tertulias no es ―que también― de si acertó Koeman o Zidane con sus respectivos planteamientos, sino del agarrón de Lenglet sobre Sergio Ramos que el colegiado, a instancias del VAR, entendió como penalti. Y lo será, entre otras cosas, porque una semana atrás un agarrón idéntico no fue señalado en el Real Sociedad vs Betis.

Habría que establecer, quizá de una vez por todas, si sujetar la camiseta al rival dentro del área es digno de ser castigado o no. En el del Clásico, es más que evidente que Lenglet le tira de la elástica a Ramos y que éste, con un buen toque de teatro, acaba por los suelos como si sobre él hubiese pasado el huracán Dorian. También habría que ir comentándole a los defensas que se dejen de sujetar a los rivales dentro del área porque puede que terminen pasando cosas como las que ha dejado el Barça-Madrid, con un jugador que hace como que con él no va la cosa y con un técnico en rueda de prensa que le llora al uso que se le da a la tecnología.

Busquets, out; Modric, in

Koeman salió con un once en el que la principal novedad, aunque repetía tras su buen hacer en Champions, era Pedri. Griezmann, como empieza a ser costumbre, estuvo en el banquillo. Ansu Fati hizo de falso ‘9’ y Messi, esta vez, jugó más retrasado. Jordi Alba, pese a su inactividad, salió de la partida para dotar de profundidad una banda por la que transcurrieron los mayores dolores de cabeza del Madrid en la primera mitad. Zidane, por su parte, apostó por una sala de máquinas formada por Casemiro, Kroos y Fede Valverde mientras que Nacho y Mendy estuvieron en los laterales.

En el Barça al que le vino grande el partido fue a Busquets, impreciso en sus acciones, regular en el repliegue y en un contexto futbolístico, el propuesto por su entrenador, en el que quizá encajaría mejor Pjanic. Con todo, aguantó los 90 minutos. No así Nacho, que dejó su sitio a Lucas Vázquez en el tramo final de la primera parte, cuando el cuadro local achuchaba por ese lado, y el ‘17’ cuajó un gran encuentro, tanto defensiva como ofensivamente, subiendo y bajando y, en definitiva, cumpliendo con brío sus labores.

El penalti de la polémica llegó justo cuando la balanza podía decantarse hacia cualquiera de los dos lados. Con muchos espacios, cualquier ataque en cada bando podía terminar en gol. Hasta que Ramos, desde los once metros, superó a Neto. A partir de ahí, al Barcelona le costó más llegar, y ni metiendo toda la artillería pesada, mejoró su presencia en el área de Courtois. No se puede decir que Koeman no arriesgara, ya que terminó jugando con Trincao, Griezmann, Dembélé, Messi y Braithwaite. Y en lugar del empate, llegó la sentencia.

Modric, que había iniciado la acción abriendo a banda a Lucas, vio como un balón rebotado terminaba en sus botas y cómo tras fintar a Neto, llegaba el 1-3. El croata, como el resto de sus compañeros, se desquitó así de dos pésimas apariciones en los últimos choques, en uno de esos duelos que sirven de bálsamo. Al final el Clásico no fue tan descafeinado ni el Barça, pese a perder en casa, se despide de él con tan malas sensaciones como las que producen las decisiones del VAR.

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