A años luz de la quimera de una remontada jamás lograda, el FC Barcelona acabó por capitular ante un FC Bayern München que confirmó en el Camp Nou la preeminencia de su candidatura al cetro europeo. Noche negra en Can Barça de principio a fin. De prólogo, la inexplicable ausencia de Messi tras haber noventa minutos en Múnich y media hora en San Mamés. De epílogo una auténtica claudicación ante la máquina bávara, que se mostró hasta clemente ante un equipo que, huérfano de liderazgo, prácticamente acabó de rodillas.
Hasta el culé más optimista le daba pocas posibilidades a su equipo de levantar la eliminatoria. Había que echar a volar la imaginación y todas las ensoñaciones tenían un protagonista principal: Lionel Messi. Así que, llegada la hora de conocer las alineaciones, su ausencia del once cayó como una losa. Sin el argentino, lo improbable se antojaba del todo imposible. El arranque del partido no mejoró un ápice las expectativas. El Bayern se plantó en el césped derrochando personalidad, presionando arriba, sin meterse atrás para minimizar riesgos. Tras dos intentos de cabeza de Bartra y Adriano, el primer tiro entre los tres palos del Barça no llegó hasta el minuto 23.
Con el paso de los minutos la lógica invitaba a olvidarse de remontadas y buscar ganar el partido ante una afición que había respondido llenando el campo. El Barça logró elevar una marcha su ritmo y acabó el primer tiempo en terreno bávaro, con Bartra y Piqué empujando al equipo hacia arriba. El joven canterano, última bala de Vilanova ante una nueva epidemia de bajas en la zaga, pasó con nota la difícil prueba de ser el punto débil, con Mandzukic buscándolo continuamente y el otro ojo puesto en Ribery. Piqué sufrió la parte más ingrata del fútbol: él, el único defensa que siempre ha sostenido al equipo cuando llega corto de efectivos al tramo clave de la temporada, el que hoy estaba siendo un ejemplo de compromiso con la camiseta, se metió un gol en propia puerta que acabó de rematar al Barça.
Los minutos de cierta efervescencia blaugrana tocaron a su fin con la llegada del descanso. A la vuelta llegó la claudicación. Un cambio de banda de Alaba llegó a pies de Robben, que se aprovechó de que Adriano no debe estar al tanto de que, arrancando desde la esquina derecha del área, el holandés se va a ir para dentro en 9 de cada 10 ocasiones. El extremo se perfiló a su pierna buena y puso la pelota lejos del alcance de Valdés.
Sin noticias de Messi calentando por la banda, Tito Vilanova arrojó la toalla. Quitó del campo a Xavi (min. 55) y a Iniesta (min. 65). Si ya era difícil de entender que no moviera nada en el descanso, que no cambiase, por ejemplo, a un Cesc inoperante (otra vez) por otro elemento ofensivo, quitar a Xavi e Iniesta cuando se corría riesgo de derrumbe se antoja inexcusable. Llegó entonces una fase en la que el Bayern movió el balón a su antojo ante los sardónicos olés que entonaban sus aficionados. El Barça no era capaz ni de robar la pelota ni de hacer algo con ella cuando la tenía.
Piqué metió en su propia meta lo que en ese momento o cualquier otro habría acabado metiendo un alemán. Cuatro minutos después Müller cabeceó a la red un centro de Ribery, cerrando el círculo de otro partidazo de la segunda línea bávara, sólo superados quizá por otra lección táctica y práctica de Javi Martínez y Schweinsteiger. Jup Heynckes ha logrado engrasar una auténtica máquina de devorar rivales. El 7-0 global es, ni más ni menos, la auténtica distancia que hay actualmente entre el Barça y Bayern.
Los blaugranas acabaron poco menos que ondeando la bandera blanca y pidiendo clemencia. Parte del público, ante semejante panorama, prefirió no esperar al pitido final para llevarse la vergüenza a casa. Será difícil que el eventual alirón liguero se celebre demasiado. La Liga está ganada desde Enero y, desde entonces, el Barça ha sido superado notablemente por el Madrid en sus duelos directos y humillado por el Bayern en Europa.
El presente del Barça es más triste que alegre y el futuro, nada halagüeño. Tras reincorporarse a la dirección del equipo, Tito Vilanova no ha dado con ninguna tecla: ni ha encontrado soluciones tácticas ni ha recuperado a ninguno de los muchos jugadores que han rallado por debajo de su nivel. Así es: renovarse o morir. La plantilla del Barça pide a gritos una transformación. Hay que sacar la tijera y darle buen uso. No valen remiendos. De salirse de la línea, casi es mejor apuntar alto y cortar de más. Quedarse corto sería un tremendo error.