El rascacielos de Conte

Antonio-Conte

Como si por un instante trasladase el partido de esta noche entre Juventus y Bayern de Turín a Nueva York, Antonio Conte ha hablado de rascacielos, unos en construcción y otros ya terminados. No ha dudado en alabar a su hoy rival considerando al conjunto de Jupp Heynckes un rascacielos ya terminado, como aquellos cuyo techo se pierde entre el cielo y las nubes. Por su parte ha reconocido que su Juventus es aún un edificio en construcción, un tercio en concreto, cuyo techo se adivina y ha de seguir creciendo. Ambos medirán hoy sus fuerzas en la vuelta de cuartos de final con un resultado claramente a favor del conjunto bávaro tras el 2-0 recogido en la ida: es difícil, pero si la Juve quiere seguir creciendo, hoy es el día para dar el estirón.

Parece contradictorio que en un equipo conocido como la Vecchia Signora se hable de crecimiento, pero el conjunto bianconero tuvo que reinventarse. Tras el forzado descenso a la Serie B y la consiguiente pérdida de muchas de sus figuras le costó encontrar de nuevo su sitio en el Calcio y en Europa. Ahí seguían iconos como Del Piero, Nedved o Trezeguet, mientras se trataba de insuflar nuevos aires con la llegada de jugadores en boga entonces como Diego o Felipe Melo o el regreso de Cannavaro, pero aquello no terminaba de salir del todo bien mientras el Inter de Mourinho o el Milan de Allegri se hacían con el título.

Llegó entonces Antonio Conte, una apuesta arriesgada, ex jugador del club, compañero entonces de Pinturicchio, con un recorrido efímero en los banquillos limitado a equipos modestos, pero con buen bagaje como dos ascensos con Bari y Siena. Con él llegaron fichajes más que interesantes como Andrea Pirlo, sorprendentemente infravalorado en Milán, Vidal, Lichtsteiner, Giaccherini o Vucinic. Se unirían a los Buffon, Chiellini, Barzagli, Bonucci o Marchisio: la base del rascacielos que estaba por construirse. No hubiese sorprendido un año de acoplamiento, de encajar las nuevas piezas y, eso sí, asegurarse una plaza en la próxima Liga de Campeones.

Pero aquello salió bien: Conte propuso una idea de juego basada en el buen trato al balón y la presión cuando éste estuviese en las botas rivales, danzando entre la defensa de cuatro y la de cinco. Concluyó la temporada ganando la liga al Milan de Ibrahimovic sin perder un solo partido y llegando a la final de la Coppa que perdería ante el Napoli. El rascacielos crecía rápido y firme con Pirlo como principal arquitecto y Del Piero dejando sus últimas obras de arte en las paredes del club de su vida. El año siguiente sería más exigente: llegaría la Liga de Campeones.

Tras una fase de grupos en la que no perdió ningún partido ante complicados rivales como Shakhtar o Chelsea, a quien derrotó por 3-0 en Turín, eliminó sin complicaciones al Celtic en octavos, pero el obstáculo en cuartos venía con letras mayúsculas: el Bayern Múnich, finalista en dos de las últimas tres ediciones, un equipo hecho, temible y competitivo. Un rascacielos terminado y preparado para tocar el cielo, que en su camino se toparía con otro en pleno crecimiento. El Bayern fue más que la Juventus en el Allianz Arena, donde ni siquiera Pirlo y Buffon tuvieron el día. El arquero fue incluso objetivo de las burlas de Beckenbauer, quien dijo que el italiano parecía un portero jubilado.

El problema es que a un histórico como la Juve se le exige siempre estar terminado y listo. El año que viene llegará Llorente, el necesario goleador que complete las andanzas de Vucinic o Giovinco. Si se adapta bien, quizá el aún delantero del Athletic componga la última planta del rascacielos, aunque, como dice Conte, si sólo se ha levantado un tercio aún resta lo suyo. Creo que exagera y esta Juve es más sólida que eso. Hoy, consiga o no la remontada, tiene una buena oportunidad para demostrarlo.

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Gabriel Caballero

Periodista
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