Llegó en el minuto 85, pero se veía venir desde el inicio de la segunda parte. El gol de Osorio que da la vida al Real Valladolid y provoca que el Real Madrid se despida prácticamente de la Liga. Y digo prácticamente por respeto a Elche y Málaga. Entre el partido de esta noche y los de la jornada pasada, los humildes nos han demostrado que ellos también tienen mucho que decir en la lucha por el título. Pero lo cierto es que solo un milagro haría que el conjunto de Ancelotti saliera Campeón.
La lesión a los ocho minutos de Cristiano Ronaldo encarriló la idea de que la visita al José Zorrilla no iba a ser un paseo para el conjunto madridista. Ancelotti dio entrada a Morata, lo cual resultó extraño porque el partido ya desprendía claros síntomas de lo que iba a ser. Quizás la mejor solución habría sido pasar a Isco a la delantera y apuntalar el centro del campo con un hombre del perfil de Illarramendi o Casemiro.
Y es que el partido estaba claramente condicionado no solo por el rival, sino por un césped que convertía cada balón raseado en una liebre. El Madrid nunca entendió el partido, y se complicó la vida con riesgos innecesarios en la circulación. Si el equipo siempre sufre a la hora de crear fútbol en el ataque estático, esta noche era una odisea. Por una vez, se echó de menos la mentalidad y la forma de entender el fútbol del Madrid de Mourinho. Ese que no tenía reparos a la hora de lanzarse al barro.
El Madrid nunca presionó arriba para forzar el error del Valladolid, no se inclinó el juego al ataque por banda, no se buscaron las segundas jugadas… Como se suele decir, era uno de esos partidos para ponerse el mono de trabajo, pero pareciera como si los jugadores hubieran reservado sus ganas de luchar para la final de Lisboa.
Dado el contexto del que estamos hablando, no es una casualidad que los goles hayan llegado a balón parado -un gran lanzamiento de falta de Sergio Ramos y un remate de Osorio a la salida de un córner-. Con la ventaja en el marcador, el Madrid renunció al ataque. Benzema no estaba fino en la ejecución, y sin Cristiano Ronaldo faltaba esa ambición que contagia a sus compañeros y les hace querer más y más. En su lugar, el equipo prefería dejar que el tiempo corriera moviendo el balón con un ritmo apático y sin objetivos.
Pero tarde o temprano llegaba la pérdida, y es ahí donde el Madrid sufría. Los hombres de arriba no bajaban, los del centro del campo tardaban en llegar. El equipo estaba partido. Y aunque las bajas del Madrid son significativas y limitan las opciones, hay que reconocer que Ancelotti no estuvo fino con los cambios. Sobre todo al retirar a un Isco que demostraba ser el único al que no le quemaba el balón en los pies, que daba oxígeno al equipo cuando peor lo estaba pasando, que alejaba el esférico del área de Casillas.
El Madrid ha dejado escapar la Liga de forma inexplicable. Las derrotas ante Barça y Sevilla cambiaron la inercia cuando el título estaba prácticamente encarrilado. Y estos dos trapiés ante Valencia y Valladolid han terminado de arrebatársela salvo milagro en las dos últimas jornadas. Ancelotti y sus pupilos han lanzado un órdago a la final de Lisboa. Puede sonar resultadista, puede sonar injusto, pero ese partido definirá si la temporada 2013/2014 ha sido histórica para el Real Madrid, o se queda en algo insípido.