Faltan tres jornadas para que la Liga eche el cierre y la emoción por saber qué tres equipos descenderán de categoría se ha evaporado antes de tiempo. Únicamente el Sporting de Gijón, que necesita ganarlo todo y esperar que el Leganés pinche (son seis los puntos de diferencia y parece cuestión de tiempo que los asturianos acaben descendiendo) es el que aguarda algo de esperanza para este tramo final. No depende de los de Rubí, que también porque no pueden fallar, pero los de Asier Garitano, con dos de los tres últimos envites en casa y ante rivales que no se juegan nada (Betis, Alavés), lo tienen a tiro.
El primero que confirmó su descenso fue Osasuna, virtualmente en Segunda desde prácticamente comenzó la temporada. Los navarros, que terminaron sextos el año pasado en la categoría de plata y se marcaron un playoff de ascenso de aúpa, encaraban con ilusión su regreso a la élite. Pero bien temprano se vio que el sueño sería efímero. A pesar de no reforzarse del todo mal, con jugadores experimentados y de contar con un plantel que en su mayoría fue el artífice del ascenso (Mikel Merino, se te echó de menos), el cuadro rojillo sólo ha sido capaz de ganar tres partidos en toda la temporada.
Tres entrenadores, cero resultados
Con el presupuesto más bajo de Primera y con apenas inversión en el mercado de fichajes, a Osasuna le vinieron muy rápido las prisas. Primero, echando de mala manera a Enrique Martín, el técnico que obró el milagro y al que el tiempo ha terminado dando la razón. Lo largaron en noviembre, con siete puntos en el casillero, doce menos de los que cuenta actualmente, tras once jornadas. Su sucesor, un técnico curtido en mil batallas como Joaquín Caparrós, no mejoró los números (una victoria, siete derrotas) y fue despedido apenas dos meses después de llegar.
Así que para dinámica tuvieron la brillante idea de colocar en el banco, o autocolocarse, Petar Vasiljevic, director deportivo y quien confeccionó la plantilla meses atrás. Un hombre con la misma experiencia en los banquillos que una piedra y que ha parecido a lo largo de su periplo que estaba saboreando la experiencia, independientemente de la fe en conseguir el objetivo. Con todos los técnicos pasó algo curioso, y es que Sergio León, seguramente el fichaje más rentable de Osasuna (llegó por menos de dos kilos) nunca llegó a ser fijo. Sus 10 goles, ser el máximo anotador en su primer año en la máxima categoría, hablan mucho de un jugador aguerrido como pocos, con el gol en las venas y que por méritos propios muchos clubes se pelearán por sus servicios. Ni él ni nadie pero, han podido evitar que Osasuna regrese a Segunda.
Una auténtica pena por una afición que es de las mejores de España, inasequible al desaliento, que se comporta y anima a los suyos llueva, haga sol o nieve, y que en el último partido en casa, frente al Dépor (2-2) volvió a demostrar que hay que estar no sólo a las duras, sino a las maduras.