Aún recuerdo la primera vez que vi jugar a Éder: fue en el Mundial de Brasil en 2014, cuando, en la tercera jornada de la fase de grupos, Portugal se jugaba el pase a octavos en una soleada tarde en Brasilia ante Ghana. Tras perder contra Alemania y empatar ante Estados Unidos, el equipo luso necesitaba la victoria ante el combinado africano y lograr una renta suficiente que le permitiese solventar la diferencia de goles con sus rivales. Era una hercúlea tarea y al entonces seleccionador, Paulo Bento, no le quedaba otra que salir con todo, incluido el delantero centro del Sporting de Braga, al que ya había dado algunos minutos sin excesivas buenas sensaciones, pero tampoco Hélder Postiga y Hugo Almeida habían convencido. Éder no dio una a derechas: lento y tosco en sus movimientos, su presencia fue un regalo para los centrales ghaneses. Portugal terminó ganando 2-1 con goles de Boye en propia puerta y Cristiano Ronaldo mientras Estados Unidos perdía ante Alemania, pero la diferencia de goles benefició a los norteamericanos.

La sensación que quedó es que mal tenía que andar Portugal de delanteros para llevar a Éder al Mundial. Un año después abandonó la liga portuguesa, donde sus números tampoco habían sido espectaculares, para fichar por el Swansea, pero su paso por la Premier League terminó catalogándole como uno de los peores fichajes de la temporada: ningún gol en trece partidos. Salió en el mercado de invierno destino a la Ligue 1, donde llegó su redención: con seis goles en trece partidos con el Lille, Fernando Santos decidió incluirle en la lista de Portugal para la Eurocopa de Francia, ese suelo que parece tierra santa para el ariete portugués. Pero la sensación no había cambiado: mal tenía que andar Portugal de delanteros para llevar a Éder a la Eurocopa.

Mal empezó Portugal el torneo con dos empates ante Islandia y Austria y una preocupante falta de gol. Ironías del fútbol, lo mejor de Portugal en aquellos partidos fue la solvencia con la que llegaba a la portería rival y su facilidad para crear ocasiones: poco de eso se vería en siguientes rondas, y sin embargo lo que acabaron llegando fueron los resultados. Fue en el tercer partido cuando llegó el gol con tres tantos a Hungría, aunque también encajarían otros tres en el único partido en el que la zaga portuguesa dio tantas concesiones. Con sólo tres puntos, Portugal pasó a octavos beneficiada por el sistema de clasificación de la fase de grupos en esta Eurocopa de 24.

Éder sólo jugó los últimos minutos ante Islandia y Austria, y no volvería a pisar el césped hasta una final en la que pocos esperaban a Portugal. El guion fue similar en el camino de los lusos: un equipo armado de atrás hacia adelante, con una zaga fiable, un centro del campo con mezcla de juventud, fuerza y talento y fogonazos de calidad de sus atacantes, todo ello aderezado con poco espacio para el jogo bonito. En la final, tras el que parecía decisivo percance de la lesión de Cristiano Ronaldo al poco de empezar el partido, Portugal tiró de oficio y se mantuvo viva hasta forzar la prórroga ante una Francia que hizo suyo el partido.

Con la fiabilidad de Rui Patricio en la portería, Pepe en plan Káiser en la defensa, Raphael Guerreiro como una de las revelaciones del torneo desde el lateral zurdo, ese centro del campo para muchos años con William Carvalho, Joao Mario y Renato Sanches (se esperaba más de André Gomes), Nani en su mejor momento en años, Cristiano tirando del carro en los momentos decisivos y Quaresma apareciendo cuando se le solicitó, el destino tenía reservado el momento de oro a un secundario con el que nadie contaba.

Había salido en el minuto 79 sustituyendo a Renato, y sin Cristiano había que fijar otro plan para el ataque: balones largos a Éder y a ver si puede bajar alguna. Pero fue en la prórroga cuando le llegó uno de esos balones, decidió hacer la guerra por su cuenta y escribir su nombre en la historia: con un fuerte y raso disparo desde fuera del área decidió retar a un Lloris que estaba firmando un excelso partido, pero el meta galo no llegó a alcanzar el balón y Portugal marcaba el tanto que le daba la Eurocopa en el minuto 109 de partido. En el país de Eusebio, Futre, Figo, Rui Costa y Cristiano Ronaldo, Éder marcaba el gol que le daba a Portugal su primer gran torneo.

El tren sale de Newcastle

Francia era una de las grandes atracciones del torneo: cómo no serlo con nombres como los de Griezmann, Pogba, Martial, Coman, Matuidi… y eso que Benzema y Varane se habían quedado fuera por diferentes razones. También estaba N’Golo Kanté, pilar fundamental del Leicester, y se esperaba que su presencia fuese tan refrescante como la del equipo inglés en la Premier. Pero pocos entendían qué hacía entre tanta estrella un futbolista que venía del Newcastle, una de las mayores decepciones de la temporada, pero Deschamps confió en Moussa Sissoko como lo había hecho durante los amistosos previos al torneo.

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Y es que el Newcastle descendió a la Championship a pesar de contar con una bestia parda que lo mismo jugaba en el centro del campo, en la banda derecha o en tres cuartos. Por algo le querían, antes de empezar el torneo, equipos como el Arsenal, el Liverpool o el Milan.

Su rol era secundario en el equipo bleu con tanto nombre en el centro del campo, y el papel de jugador revelación se lo quedó Dimitri Payet en los primeros partidos. Sissoko sólo jugó como titular el tercer partido de la fase de grupos ante Suiza, cuando Francia ya estaba clasificada, y volvió al banquillo en octavos ante Irlanda. Pero regresó al equipo titular en cuartos ante Islandia, y ya no soltaría la plaza.

Deschamps se dio cuenta de que le funcionaba mejor el 4-2-3-1 que el 4-3-3, y en ese sistema, Sissoko encontró su sitio partiendo desde la banda derecha. Su final ante Portugal fue para enmarcar: para Pepe, José Fonte y compañía, ver venir a Sissoko y tratar de frenarle debía de generar la misma impresión que la de intentar parar un tren en marcha. De su potencia física nacieron algunas de las jugadas más peligrosas de Francia y se convirtió en el mejor argumento de la selección gala para tratar de derribar el muro portugués: no jugaba de delantero centro, pero era el mejor ariete para derribar la puerta.

Iba ser la final de Cristiano Ronaldo y Griezmann, pero acabó siendo el partido de Éder y Sissoko.

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Gabriel Caballero

Periodista
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