Ricken, el héroe fugaz

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De cómo en veinte segundos te puede cambiar la vida. Veinte segundos es más de lo que un futbolista tarda en marcar un gol y entrar en la historia, pero las circunstancias de Lars Ricken eran diferentes. Acababa de saltar al campo desde el banquillo y fue lo que tardó en marcar aquel gol para el Borussia Dortmund a la Juventus en la final de la Liga de Campeones. Era el 3-1 y a falta de veinte minutos para el final suponía una necesaria tranquilidad para el cuadro alemán ante una Vecchia Signora que apretaba en busca del empate. Fue un 28 de mayo de 1997 y, dieciséis años después, el Borussia vuelve a la final tras aquel entorchado que convirtió a Ricken en un héroe para el club, un héroe que vio en aquel momento la cima de su carrera con sólo veinte años.

Aquel era un Borussia repleto de guerreros curtidos en mil batallas: campeones del mundo con Alemania como Möller, Kohler o Reuter, un Balón de Oro como Sammer, el máximo goleador de la Euro 92 en la figura de Riedle o extranjeros con unos cuantos pasos en sus botas como Paulo Sousa, Julio César (ausente en la gran final), Chapuisat o Lambert. Un equipo con experiencia en el que Ricken suponía la juventud. A pesar de ello ya llevaba tres años en la plantilla, debutando oficialmente en marzo de 1994 y convirtiéndose, con 17 años, en el jugador más joven de la historia del club, récord que le fue arrebatado por Nuri Sahin. En la temporada siguiente, la 94/95, ya era titular habitual.

Cuando llegó aquella Liga de Campeones en 1997, Ricken ya estaba entre una futura estrella y la realidad más inmediata. No sólo destacó en la final: en cuartos ante el Auxerre marcó el gol de la victoria en campo francés e hizo lo propio en semifinales ante todo un Manchester United en el Teatro de los Sueños. Sin embargo, Ottmar Hitzfeld decidió dejarle en el banquillo de cara a la gran final contra la Juventus de Zidane, Del Piero, Montero, Vieri, Deschamps… Lógicamente fue una decepción para el joven futbolista germano. No obstante, aun estando en el banquillo, Ricken ya comenzaba a jugar su partido: como él mismo ha declarado en una entrevista a UEFA.com, observó cómo Angelo Peruzzi, magnífico guardameta bianconero, jugaba muy adelantado.

En cinco minutos mágicos, el otro gran héroe de la final, Karl-Heinz Riedle, puso al Borussia por delante con dos goles a la media hora del primer tiempo, pero Del Piero, que al igual que Ricken saldría desde el banquillo, redujo diferencias en el minuto 66 con un gol de puro Pinturicchio. Cuatro minutos después llegaría el turno de Lars: sustituyó a Stèphane Chapuisat y sólo veinte segundos después aprovechó una magnífica asistencia entre líneas de Andreas Möller para, a unos metros del área, poner en práctica lo aprendido sobre Peruzzi y elevar el balón lo suficiente como para que el meta italiano nada pudiese hacer más que ver cómo entraba el balón en la portería. Aquel 3-1 fue definitivo y Ricken ya formaba parte de la historia del Dortmund.

Pero no tardaría en dar comienzo su calvario con las lesiones, que le impidió estar presente con la selección alemana en el Mundial de 1998 así como en la Eurocopa del año 2000. El único gran torneo de selecciones que disputó fue el Mundial de Corea y Japón. Fue 16 veces internacional, marcando un gol. Mediapunta habilidoso, el gol nunca fue su fuerte a pesar de su acierto en aquella Liga de Campeones. Aunque se presuponía uno de los jugadores importantes de Alemania durante la siguiente década, Ricken nunca cumplió las expectativas, en buena parte por culpa de aquellas lesiones, y se le comenzó a catalogar como una eterna promesa. Fue testigo, además, del declive económico del club que repercutió en el rendimiento deportivo de uno de los grandes de Alemania.

En 2008, y tras haber jugado los dos años anteriores en el filial del Borussia, sin sitio en el primer equipo por sus problemas físicos, anunció su retirada con un palmarés de tres Bundesligas, una Intercontinental y aquella Liga de Campeones que grabó su nombre para siempre en el Westfalenstadion.

Verdugo del Deportivo

Eran los tiempos del SuperDépor de Arsenio Iglesias, que paseaba por Europa aquel magnífico equipo que cambió la historia del club gallego. Y aquel equipo también se topó con Ricken. Era un 6 de diciembre de 1994 y Deportivo y Dortmund se enfrentaban en los octavos de final de la Copa de la UEFA. Era aquel Borussia un equipo muy similar al de la final de 1997: hasta cinco titulares coincidían además de otros jugadores presentes en la plantilla como Zorc o Reindhart. Como en aquella final, Ricken saldría desde el banquillo, también en el minuto 70.

El Dépor viajaba a Alemania con un positivo pero inquietante 1-0 de Riazor, obra de Bebeto, y tras los 90 minutos reglamentarios en el Westfalenstadion, el partido terminaría con 1-0 para los locales merced a un gol de Zorc. La locura se desataría en la prórroga. La fortuna parecía sonreír a los españoles gracias a un golazo de Alfredo que obligaba a marcar dos goles al anfitrión, pero el miedo entró en el cuerpo cuando Riedle marcó de cabeza el segundo para los alemanes en el minuto 115. Sólo tres minutos después, Ricken marcaría el tercero que suponía la eliminación del Deportivo y el pase para los suyos cuando todo parecía perdido. Casi tres años después volvería a ser el héroe europeo del Borussia Dortmund, pero eso ya es historia contada.

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Gabriel Caballero

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