Era un secreto a voces. La crónica de una muerte anunciada. El sonido de lo inevitable. Miguel Cardoso fue destituido como entrenador del Celta de Vigo. Estaba cantado desde el mismo momento que el portugués pasó de ser la posible solución, a ser parte del problema. El portugués llegó a Balaídos en noviembre para sustituir en el cargo a Antonio Mohamed, avalado por su buen papel como técnico en el Río Ave de la Liga NOS, pero con las dudas que había propiciado su destitución, apenas un mes antes, del Nantes. En su presentación agradeció al “Deportivo” la oportunidad. Tras ese lapsus ante los micrófonos, vinieron los del césped.
Y es que tras cuatro meses al frente del cuadro olívico, se marcha en peor situación respecto a la que encontró. El Celta andaba entonces decimocuarto con 14 puntos, cuatro por encima de la zona de descenso. Hoy ocupa la decimoséptima posición, con 25 puntos en su casillero, tres arriba del precipicio. Un bagaje de tres victorias, dos empates y nueve derrotas, la última este mismo domingo ante el Eibar y prácticamente con el tiempo cumplido, ha sido el detonante de una despedida que hacía semanas que se posponía, como esperando por parte de la directiva una reacción que en ningún caso logró y que ahora esperan que se produzca con la llegada de Fran Escribá al cuadro celtiña.
El Celta está pagando una planificación de la plantilla en la que existen muchas lagunas. Una de las más llamativas, que no la única, la de la falta de delanteros. Un error acentuado por la baja de Iago Aspas, que cuando parecía por recuperarse hace unas semanas, volvió a recaer, y que no se subsanó en el mercado de invierno, cuando se fichó para la retaguardia (Hoedt y Olaza —que no ha debutado—) y para la medular (Boudebouz —que se estrenó con una roja directa y no ha vuelto a participar—. Tiene guasa que en verano dejaran marchar —o regalaran, mejor dicho— a Borja Iglesias al Espanyol por un importe de 10 millones de euros cuando el año pasado se empachó a goles (23) en Segunda con el Zaragoza. El gallego suma este curso 14 entre Liga y Copa y se ha convertido en uno de los ‘9’ revelación.
Pero más allá de pensar en errores o aciertos que ya no se pueden cambiar, lo que espera el celtismo ahora con su tercer entrenador de la temporada es que, como dice el dicho, sea la vencida. El pasado más reciente del técnico no es el más halagüeño (fue despedido hace año y medio en el Villarreal) pero a su favor cuenta con experiencia, seriedad y que entre sus triunfos está el ascenso a Primera con el Elche de la temporada 2012/13 o su primer año al frente del Villarreal, donde se ganó la continuidad en un club de la exigencia como es el amarillo. Sus borrones, su despido en el Getafe (2016) y el citado en La Cerámica (2017). Afronta el reto de coger un club iniciado el curso y con urgencias; sin tiempo a probaturas y sin margen de error.
De Escribá se esperan resultados, que dote al equipo de mayor seguridad defensiva y que sobre el verde compita y se haga fuerte en escenarios como Balaídos, por donde deberían pasar parte de sus opciones de salvación. A diferencia de sus dos antecesores, quienes eran dos enamorados del fútbol asociativo y ofensivo, en la guía de estilo del preparador valenciano prima la consistencia y la robustez atrás para construir, más con fútbol directo que elaborado, las situaciones de peligro. Habrá que ver cómo le va en las doce finales que tiene por delante. ¿Recuperará para la ocasión al decepcionante Emre Mor? ¿Mejorará su rendimiento Pione Sisto? ¿Solicitará a la directiva poner fin al lamentable ostracismo de Radoja por no querer renovar? ¿Por cuál de los dos porteros apostará? Las respuestas, en próximas jornadas.